Escenarios: Christina Rosenvinge - Els Pagesos (Sant Feliu de Llobregat), 27 de febrero de 2025
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En 2026 hará veinte años que vi por primera vez en directo a Christina Rosenvinge, y diría que en este tiempo ya debo haber estado en más de veinte conciertos suyos. Eran los tiempos de Continental 62 (2006), el último capítulo de la trilogía neoyorquina que encapsuló el período comprendido entre que se mudó a la Gran Manzana y regresó a España, y actuó en La [2] de Apolo. Yo todavía no publicaba reseñas y aún era anecdótico que alguien hiciese una foto o grabase un vídeo en un concierto. En ese último álbum, Christina había incluido tres canciones en castellano que fueron de las más celebradas por unanimidad entre un repertorio que había virado al inglés con el nuevo milenio; instalada en Madrid otra vez, no sabía que estaba a punto de empezar la etapa que la consolidaría en el país con el reconocimiento que antes se le había negado sistemáticamente. Ayer volví a verla en directo acompañado de un amigo que conocí en persona en esa primera ocasión. En estas casi dos décadas he pasado por todo tipo de salas: pequeñas, medianas, escenarios gratuitos al aire libre; le he conocido unas cuantas bandas, la he visto colaborando en pareja y la he visto tocar sola; he aprendido a no esperar que interprete nada concreto y a acompañarla cuando se centra en lo último que ha creado porque suele convencerte de que sigue en racha y de que no vas a echar de menos nada por mucho que ocupe un lugar privilegiado en tu corazón.
Un par de años atrás, en la sala Paral•lel 62 de Barcelona, Rosenvinge nos regaló la única concesión explícita a la nostalgia que se ha permitido en toda su trayectoria, interpretando entero el disco con el que arrancó su carrera en solitario hace más de 30 años. Celebrando ese aniversario estaba radiante, suelta y divertida, pero hay que verla interpretando su material más reciente para entender hasta qué punto siempre la ha propulsado hacia adelante la sangre fresca. Si la veo irradiar más felicidad que en los últimos ¿cinco? años, acabaré contemplando un cuerpo celeste. En esa misma sala presentó el año pasado Los Versos Sáficos (2023), armado a partir de las canciones escritas para la obra de teatro sobre Safo que protagonizó hace un tiempo, en una noche para la exposición oral de sus conclusiones sobre la que describe como la primera pop star de la historia. En aquella ocasión fue un recital de banda completa y contagiado del proyecto que lo originó, con una escenografía cuidada como nunca en cuanto a luces y ambientes para cada pieza. Ayer en la sala Els Pagesos de Sant Feliu de Llobregat inaugurando el ciclo Curtcircuit nos desgranó una edición de bolsillo de Los Versos Sáficos reducida a su guitarra eléctrica y a la de Amaia Miranda, que la alternó con la española y secundó a Christina con esa voz entre humosa y robusta, certificando con los intercambios de miradas que en estos últimos años se ha convertido en su colaboradora más cómplice. Su participación en este ciclo solo formaliza una realidad, y es que el aforo de los lugares donde actúa Rosenvinge no lo condiciona su momento de popularidad; cuando ha podido llenar salas grandes, no ha dejado de hacerlo en formatos íntimos y asequibles.
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Las canciones basadas en lo que se conserva de la obra de Safo (incluso pedazos “que de repente aparecen pegados en el culo de una momia en el Cairo”, como bien dijo) son tan inspiradas y amenas que, como decía, pueden ser troncales del repertorio sin que eches en falta nada anterior. Combinando sus composiciones con los apuntes históricos que cuenta entremedio con un deje socarrón, rinde un tributo justiciero a la poetisa griega movida por la admiración, la intriga y la identificación. Como dijo ayer, estas son canciones de amor, deseo y sexo, y yo añado que en su mayoría preñadas de humor. Títulos como 'Hoy Duermo Sola' (un blues sobre la vejez que insufla guasa a Tom Waits), 'Poema de la Pasión' (el éxtasis hecho desorden en un estribillo explosivo sin desviarse del carril pop), o 'Himno a Afrodita' (más cercana al vuelo melódico de las canciones de Un Hombre Rubio, 2018) ya engrosan el canon en el que algún día se fundamentará su antología definitiva. No hay dos piezas iguales; lo mismo se te mueven las caderas con la cantinela tropical de 'Pajarita' (una piadosa burla del tremendismo en el que cae un autor que sufre de bloqueo creativo) que te sube la libido con su faceta más expresionista y arrojada en 'Fragmentos', cuyas decisiones plásticas tienen sombras desde Yoko Ono a Kim Gordon y PJ Harvey. El dibujo arpegiado con el que Amaia abrió esa sutileza tornasolada que es 'La Manzana' fue de lo más bonito de la noche, y el aire mediterráneo de 'Canción de Boda' ("no os estoy recomendando que os caséis, pero si lo hacéis, por favor tocadla en vuestras bodas y mandadme los vídeos") de lo más divertido.
Antes del bloque sáfico, solo recurrió al catálogo para abrir con ‘Canción del Eco’ (el aire de patio abierto y la soltura que le dio la guitarra española de Amaia logró lo imposible conmigo, que fuese mi versión favorita de un tema muy querido de su carrera que a mí siempre me costó) y no volvió a picotearlo hasta el tramo final, donde lo recóndito dio paso a lo popular. Primero, delicia de triplete con ‘Tu Sombra’ (el aire rockabilly para esta historia de violencia de género es escalofriante), una etérea ‘Jorge y Yo’ y ‘La Absoluta Nada’, de un disco (Lo Nuestro, 2015) que cada vez me parece más fascinante. ‘Romance de la Plata’, buque insignia del álbum Un Hombre Rubio, cerró el set principal y Christina regresó al escenario sola pidiendo escuchar peticiones. Del aluvión de títulos que gritaron de Tu Labio Superior (2008) tocó primero ‘La Distancia Adecuada’, y la velada culminó en fiesta cuando un chico llamado Berni se subió a cantar con ella el ‘Anoche’ solicitado y luego Francina Ribes -escritora y componente del grupo Doble Pletina- hizo lo mismo con el añejo ‘Tú por Mí’, ya con Amaia Miranda de nuevo sobre las tablas. "No es la eterna adolescencia / no es el tiempo, ese cabrón / no es la falta de conciencia / de la que vive entre algodón", cantaba minutos antes en 'La Absoluta Nada', donde por descarte intenta dar con la razón que la empuja a seguir creando, a seguir haciendo lo que hace. La conclusión ("es la nada, la absoluta nada / que entra y manda andar") la explicó una vez en El Periódico: "Nació como una lista de negaciones y me quedaba la última línea. Estuve cinco meses dándole vueltas y por fin di con la respuesta: el terror al vacío es de donde nace todo. Las canciones y cualquier creación personal". Una década después de esas declaraciones, no se aprecian señales de acomodamiento.
Setlist:
Canción del Eco / Himno a Afrodita / Hoy Duermo Sola / Pajarita / Canción de Boda / La Manzana / Poema de la Pasión / Fragmentos / Ligera como el Aire / Tu Sombra / Jorge y Yo / La Absoluta Nada / Romance de la Plata // La Distancia Adecuada / Anoche / Tú por Mí
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