Escenarios: Throwing Muses + Geysir - La Marbrerie (París), 7 de septiembre de 2025


Cuando Kristin Hersh (voz, guitarra) hizo parada en Barcelona el año pasado, me advirtió de que íbamos a verla más por Europa porque había cambiado de agente y éste, a diferencia del anterior, sí que creía que había un público deseoso de verla actuar en este continente. En 2025, promocionando el flamante Moonlight Concessions de Throwing Muses, ya se ha notado: una gira europea e inglesa el pasado mes de mayo y de vuelta a este lado del charco en agosto -incluso repitiendo en algunas ciudades como Dublín o Londres-, aunque estas semanas también ha pasado por algunos lugares donde tuvo que cancelar conciertos en primavera por graves problemas de garganta de los que no se recuperó a pesar del descanso y las precauciones. Ninguna de las veinte fechas de la gira veraniega -una agenda apretadísima con un único día libre justo en medio del periplo- es en España, donde Throwing Muses no han vuelto desde su tardío debut en una sala del país a finales de 2011, pero la reprogramación para septiembre del concierto no celebrado en París el 31 de mayo resultó en una suerte de carambola que me dio la oportunidad de verlos hace dos días en La Marbrerie, un local polivalente que se encuentra en el suburbio parisino de Montreuil; acogedor, íntimo pero espacioso y cómodo, con una cantina adjunta desde la que también se puede seguir el concierto a través de un ventanal apaisado y palcos en un piso superior. Geysir, dúo francés formado por Lionel Laquerrière (voz, guitarra, sintetizador) y Marie-Céline Leguy (sintetizador, bajo, voz) estaban tocando la primera canción de su set cuando entré en la sala, dispuestos uno en frente de la otra como hacían aquí Luciana y Sergio de Svper. A lo largo de casi una hora crearon atmósferas que les identifican como habitantes en un universo futurista pero analógico, de tintes kraftwerkianos puestos a secar al sol de una utopía onírica y a enfriar a la sombra de la dark wave. 

Sin intrigas guionizadas más allá del tiempo necesario para hacer el cambio de instrumentos y enchufar los cables, Kristin Hersh con la guitarra eléctrica colgada y compañía se subieron al escenario poco antes de las nueve de la noche. Muchos se han preguntado dónde están Dave Narcizo y Bernard Georges, la consolidadísima sección rítmica que ha sido su cómplice durante décadas y que todo el mundo identifica junto a ella como el triunvirato irrompible que ha sido Throwing Muses desde 1992. Les han echado en falta incluso fijándose en los escuetos créditos de Moonlight Concessions, mientras debaten si ha sido Kristin quien se ha encargado de tocar las minimalistas partes de percusión y bajo en la última grabación a nombre de la banda, como viene haciendo en sus discos en solitario. Sea cual sea la realidad detrás del misterio, no hay que buscar tres pies al gato al hecho de que Throwing Muses, además de un grupo, es una partición de la creatividad de Hersh determinada por una serie de características sonoras y de intención, y hoy en día por cuestiones prácticas, los Muses que salen de gira son la estampa de una familia, la vida misma: Fred Abong, compañero de Kristin, fue bajista del grupo entre 1990 y 1991 y ahora tiene la difícil tarea de evocar a Narcizo a la batería, pero lo hace con solvencia; y Dylan, su primogénito nacido en 1986 casi a la vez que 4AD publicaba el debut del grupo, se ocupa del bajo con aplomo hasta en las complicadas líneas de las canciones que su madre compuso cuando él era un bebé. El inglés Pete Harvey (violonchelo) es un añadido de lujo a la banda; Kristin y él congeniaron tan bien cuando la acompañó en sus conciertos acústicos que le invitó a tocar en Moonlight Concessions, donde sus arreglos son fundamentales, y de ahí a los Muses de 2025.


El cuarteto despacha veinticinco piezas en una hora y media generosa donde Hersh se deleita, quizás por primera vez, celebrando con el público sus singles más populares llegando al final de la velada ('Counting Backwards', 'Shark' y 'Bright Yellow Gun'), esos que en su momento fueron insignias de los álbumes donde sublimó su destreza para fundir la pegada melódica con su natural inventiva a la guitarra. Pero el grueso del repertorio lo integran los tres discos que Throwing Muses han publicado entre la década pasada y la presente: empiezan con 'Theremini', aparentemente balsámica pero a la vez escalofriante como si te enfrentase a una pregunta simple pero crucial, y cuando aún se está apagando entre los aplausos ya disparan 'Sunray Venus', prueba de que la producción más reciente de la banda también ha venido abanderada por canciones de impacto inmediato. Le sigue 'Dark Blue' y empiezas a darte cuenta de lo robustas que suenan estas piezas en directo; no es solo el carácter que tiene la distorsión, también que Kristin afina las guitarras varios tonos por debajo de la escala estándar desde hace unos años y en nuestros cuerpos sus acordes vibran hasta hacernos temblar. Se cuelga la acústica y empieza un segmento donde sorprende desempolvando la breve 'Him Dancing' (The Real Ramona, por varios motivos, es un álbum que no le gusta mucho), pero es perfecta para que Pete Harvey recree con el violonchelo las pizpiretas melodías que le pertenecían a una segunda guitarra en la versión grabada. La versatilidad de Pete llena de expresión cada una de las canciones, dando réplica a Kristin como si fuese una voz a coro (en 'Lazy Eye' esa fusión fue particularmente emocionante), alternándose con ella para ocuparse de los solos melódicos o los acordes en un mismo tema ('Slippershell', aunque no hay nada como ver y escuchar cómo vuela Hersh cuando toca un punteo eléctrico), reforzando los graves con un punto rasposo ('Bywater'), haciendo dibujos preciosos (la quietud de 'Sally's Beauty' es un revés después un bloque potente) o sumando enteros al ruido desatado ('Limbo').  

Es en directo donde canciones de Moonlight Concessions como 'Summer of Love', 'South Coast', 'Drugstore Drastic' o 'Libretto' parecen florecer con una crudeza vivaracha que te hace imaginarlas como futuras habituales del repertorio que todo el mundo querrá escuchar. "Esta la escribí cuando tenía unos 15 años... Y parece que la única manera de que salgamos airosos tocándola es haciéndolo lo más rápido que podemos", dijo Hersh entre las risas de todos los presentes para presentar 'Soap and Water'. Es una de las tres únicas piezas enmarcadas en los años '80 que tocan en esta gira y en ellas se distingue un bullicio sin igual. 'Soap and Water' te arrolla con su trote imposible, pero fue perdido en los pasajes que se cuelan en las extraordinarias estructuras de ‘Bea’ o ‘Colder’ -la manera en que se frotan la melancolía y el estrés en pequeños arpegios, en los cambios de ritmo y compás-  donde volvió a arrebatarme la idea de que nunca se la reconocerá lo suficiente por la singularidad de su visión. Con los años de oficio la ha pulido y la ha robustecido, quizás la ha enfocado respecto a lo que para alguien serían perífrasis, pero su pureza está intacta.

Setlist:
Theremini / Sunray Venus / Dark Blue / Bea / Bywater / Slippershell / Colder / Static / Him Dancing / Drugstore Drastic / Lazy Eye / Summer of Love / Kay Catherine / Libretto / Opiates / Soap and Water / South Coast / Albatross / Limbo / Counting Backwards / Bo Diddley Bridge / Sally's Beauty / Moonlight Concessions // Shark / Bright Yellow Gun



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