Escenarios: Thalia Zedek Band + Ferran Orriols - Antiga Fàbrica Estrella Damm (Barcelona), 22 de octubre de 2025


Entre los 14 y los 17 años -el pico de mi tarea para ponerme al día con toda la música alternativa de los '90 que me había perdido unos pocos años atrás- tuve una fase en la que haber descubierto a Come, el grupo de Thalia Zedek y Chris Brokaw, me robó por completo el pensamiento. Hasta las canciones que componía en esa etapa se empezaron a nutrir de alusiones a sus acordes y arpegios, que me esforcé en diseccionar para aprender. Si hablamos de rock alternativo americano en términos vanguardistas, a uno se le puede venir a la mente una banda como Sonic Youth enseguida, con toda la razón, pero hay que reconocer que Thalia y Chris elevaron con su contribución artística la paleta emocional del género, apuntalando sus acordes con notas que capturaban un aire de tristeza siempre convulsa, visceral; acordes cuya composición formal era el reflejo intuitivo de sensaciones que nunca había escuchado codificadas con tales matices, con esa intensidad. De adolescente, separado el grupo en 1999 poco después de que lo descubriese, nunca hubiera imaginado que llegaría a ver a Thalia Zedek (voz, guitarra) sobre las tablas casi una decena de veces; tardé bastante en poder hacerlo (mi primera vez no fue hasta 2010) pero desde entonces la he visto tocando sola, con su banda, emparejada (acompañada únicamente de Chris Brokaw o de Frank Rudow) e incluso reunida con la primera formación de Come en 2013 para celebrar el 30 aniversario de Eleven:Eleven (1992). Lo que tienen en común todas estas experiencias es que en su entrega a la música siempre traspasa una honradez que reconforta.

El pasado miércoles en la Antiga Fàbrica Estrella Damm, como parte del doble cartel que esporádicamente organiza Albert Puig desde el programa Delicatessen de iCat, se pudo certificar que sigue explorando ese territorio sensitivo con la misma pasión de siempre, a caso matizada por una madurez que le da a esos ojos azules una estabilidad acorde con una música que sigue siendo portentosa, pero que más que nunca inspira resiliencia y ánimos. Allá por los tiempos en los que comenzó su andadura en solitario, aparecieron arreglos de piano, de viola, y empezó a usar acordes mayores -con ello me refiero a la clave y a la amplitud del paisaje que evocaban- dilatando el impacto de unas emociones nacidas de los demonios personales y las inseguridades sentimentales.  En las cuerdas de la guitarra sigue pulsando esos puntos que subliman el retrato de la emoción concreta, pero hoy en día, si recurre a los acordes mayores, la intención parece estar más bien dirigida a concienciar, a despertarnos para mirar a nuestro alrededor y reconstruir en cadena los daños de una deshumanización cada vez menos cuestionada. Es algo que se ha venido notando especialmente desde Fighting Season (2018), el álbum que inspiró el desánimo al principio del primer mandato de Trump como presidente de los Estados Unidos,  y en cuya portada Thalia aparecía sujetando la misma guitarra que tocó en Barcelona, con la pegatina "FCK NZS" bien visible. La Thalia Zedek Band ha cambiado de miembros algunas veces pero fiel a su lado sigue el bajista Winston Braman, que en esta ocasión viene acompañado de Dave Bryson a la batería y Brian Zditowski tocando una guitarra lap steel cuyo fluido plateado sobrevuela y contrasta con la crudeza de lo demás. 

El setlist se centró en el flamante The Boat Outside Your Window, empezando tal y como empieza el disco, con ese 'Tsunami' que tan bien ejemplifica lo que intentaba explicar de su actual mirada más social: arranca con un pequeño riff blusero que suena torcido y de ahí transita a un lugar que mezcla esperanza y melancolía, pero que inspira también militancia mientras canta "Estás tan seguro de que se acabó, pero yo no lo estoy tanto / hay un tsunami esperando en el precipicio / y esta vez los chavales no están bien". Acto seguido, 'Aliyah' resulta cautivadora desde un enfoque más pesimista; una de esas piezas suyas que mantiene un desequilibrio intrigante, como ver un barco mecido peligrosamente por la marea en la oscuridad de la noche. Quizás 'Pin' y 'Shoes' son más fáciles al oído, quizás 'Dissolve' o 'Under the Weather' son más urgentes, pero en todas encontramos descripciones de un mundo que se le hace irreconocible e imposible de habitar con tranquilidad. Solo hubo tres repescas de catálogo que no fueron más allá de 2018, entre ellas ‘Ladder’, donde pudimos disfrutar de su voz -que estuvo mezclada pelín baja en las canciones más fuertes en la sala, aunque en la grabación del concierto está perfecta- acompañada de un arpegio limpio; y 'Fighting Season', una simple y contundente llamada a hacer lo que nos dé la gana en tiempos en los que nuestras libertades están ampliamente recortadas. Thalia Zedek ya nos ayudó hace mucho a sanar nuestras heridas más íntimas; ahora vela por las que nos conciernen como comunidad y su trabajo suena igual de imprescindible. 

Ferran Orriols abrió la velada aproximándose al curso de la vida de manera distinta pero igual de realista, con una guitarra española y un espíritu entrañable y cálido, presentando el álbum Darrere els Horts (2025) y deleitándose en otra forma de resistencia, que es la de cultivar un rincón de paz que sea la base para tener muy presente aquellas cosas que le hacen feliz. El disco tiene arreglos a mansalva, pero con estas versiones desnudas se me aparecían recuerdos a un Vic Chesnutt sin la desdicha ('Les Presses') o a Billy Bragg (la interpretación saltarina de 'Mustang') y en algunos momentos al folk rock americano de la misma época en que Thalia empezó en solitario, a principios de los 2000, tamizado por el rastro inequívoco de la cançó catalana.


Ambos conciertos ya pueden escucharse en la página web de Delicatessen:


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