Imperdible: The Slits - "Cut" (1979)

Ojeando ayer el extenso e interesantísimo libreto que acompaña la reedición expandida del debut de The Slits, me topé con una cita de Viv Albertine (guitarra, voz) en la que reflexionaba diciendo que, mirando hacia atrás, grupos con chicas como ellas, The Raincoats, X-Ray Spex o Siouxsie & the Banshees aportaron cosas al punk que hicieron de él un movimiento musical mucho más interesante. El factor femenino y su particular sensibilidad; ese algo que siempre me ha atraído en la música desde pequeño y que aún hoy no consigo explicar bien. Pero hay algo definitivamente especial y fértil en el enfoque creativo de las mujeres y en cómo se expresan artísticamente; las cosas nunca son tan obvias. Cut (1979) es uno de los trabajos imprescindibles de la época post-punk, y uno de sus más sobresalientes exponentes en cuanto a inventiva, transgresión y creatividad; fascinante como solo puede serlo lo insólito. Dar con esa fórmula que acabó por hacer de Cut -y por extensión, de The Return of the Giant Slits (1981)- algo atemporal y perpetuamente fresco no les fue fácil. El grupo trabajó duro y evolucionó a pasos agigantados en apenas tres años, desde que se juntaron en 1976 en plena eclosión del punk en Inglaterra. Basta con ver el material de la formación inicial -Ari Up (voz), Palmolive (batería), Tessa Pollitt (bajo) y Viv- filmado en directo para películas documentales de la escena como Punk: the Early Years o The Punk Rock Movie, donde se captura toda su fiereza pero también su desorden y el poco tiempo que llevaban tocando sus instrumentos, un blanco fácil para desacreditarlas que se convirtió en el estigma que acompañó al grupo hasta el final de sus días, a pesar de la evidencia de sus progresos. Menospreciar la valía de The Slits por su falta de práctica en la época punk -con toda esa filosofía abierta al do it yourself- suena más a excusa cínica para deshacerse de algo inclasificable, creado por mujeres en tiempos en los que apenas había figuras femeninas destacables en el mundo del rock, por lo que eran observadas con lupa, con escepticismo y desdén.

Afanosas por subvertir el panorama musical haciendo algo distinto a sus compañeros de generación, The Slits fueron desprendiéndose de las limitaciones de ese punk-rock de las cavernas con el que empezaron. A finales del verano de 1978, y a pesar de ser una de las principales compositoras y fundadora de la banda, Palmolive dejó libre el puesto de batería a petición de las demás, primera de las decisiones que tomaron con intención de evolucionar. Palmolive tenía un estilo fuerte, tribal en su uso de los toms. Con la entrada de Budgie (un año antes de incorporarse al que será su grupo definitivo durante muchos años, Siouxsie & the Banshees) las canciones ganaron espacio gracias a su estilo relajado, también al margen de los convencionalismos del rock pero sin la dureza combativa de Palmolive. La banda lo necesitaba para explorar su creciente interés por el dub y el reggae. Cuando firmaron con Island Records entró en acción Dennis Bovell, productor que acabaría de definir su sonido. Bovell -al que mucha gente prefirió creer artífice total del disco en vez de aceptar los avances de las chicas- no tocó ningún instrumento, pero su visión y su disciplina para hacerles repetir los temas hasta que sonaran redondos y se convirtieran en una banda sólida fueron fundamentales. El imaginario de los diez temas del álbum es impresionante: bajo y la batería siguen una línea estable que no les priva de inventar; las líneas de guitarra de Viv Albertine no conocen apenas raíces y suenan libres de distorsión, delgadas como pequeños arañazos indistintamente melódicos o disonantes; y en medio, el tono siempre sardónico e irreverente de Ari Up (jovencísima por entonces, contando a penas 17 años). Ni agresividad ni fealdad deliberada como antes: su discurso transgrede ahora a través de un envoltorio sutil y trabajado, listo para perdurar más allá del arrebato.


En Cut conviven piezas de su repertorio primerizo pulidas hasta lo irreconocible (en la edición Deluxe se incluyen maquetas y mezclas alternativas que dan fe del cambio) y otras que acabaron justo antes de entrar al estudio. Que la indiscutible diversión no confunda sobre el contenido: en el desenfado de ‘Instant Hit’ (uno se las imagina cubiertas de barro como en la portada, en plena África tropical) se oculta la historia de autodestrucción de Keith Levine, músico amigo de la banda que tocó brevemente en The Clash, igual que en ‘So Tough’, se describe a un caricaturesco Sid Vicious. ‘Spend, Spend, Spend’  toca el tema del consumismo impulsivo para enfrentarse a la depresión y en 'Newtown' hacen un sarcástico retrato generacional donde la televisión y el fútbol son las drogas que anulan a la gente de su entorno. Ambas deambulan por el reggae de cadencia más lenta y suenan complejas. ‘Shoplifting’, más cercana a los parámetros del punk, es simplemente hilarante (“Pon el cheddar en mi bolsillo / pon el resto debajo de la chaqueta / habla con el cajero y no sospechará / y si lo hace ¡A correr! / Diez libras por el lote / Lo pagamos, ¡a tomar por culo! / los de Babilonia no perderán mucho / y nosotros tendremos cena para esta noche”) y lo mismo pasa con la acelerada 'Love und Romance', una burla del amor idílico en la voz patológica de quien se pega como una lapa a otra persona (“Estoy tan contenta de que me pertenezcas / Oh cariño, ¿quién quiere ser libre? / (...) Te llamo cada día por teléfono / te rompo el cuello si no estás en casa”).

Varias de las canciones suponen un corte de mangas importante a los restrictivos roles impuestos a las mujeres hasta entonces, aun sin caer en el discurso explícitamente feminista; simplemente haciendo uso de la ironía más o menos mordaz que deja claro con mínimos rodeos la necedad del mundo para ciertas cosas. Por eso canciones como ‘Typical Girls’ ("No creéis, no os rebeléis, tened intuición") siguen tan vigentes hoy en día: envueltas en ritmos joviales y melodías vocales reconocibles, exponen inquietudes que acompañan a todas las generaciones de mujeres hasta hoy, lamentablemente. "Pasa una tarde sin que me rajen la cara / y otra tarde sin que me atropellen / pero de nuevo otra tarde sin enamorarme", dicen en 'Ping Pong Affair'. Para el final del álbum, una emocionante ‘Adventures Close To Home’ por razones obvias: es una de las canciones que les cedió Palmolive antes de su marcha (y que ésta volvió a grabar con The Raincoats cuando se unió a ellas), quizás la más bonita y sensible que había escrito hasta entonces.

La edición Deluxe de Cut se publicó hace tres semanas, y el álbum ha sido elegido entre los cincuenta discos más destacables del sello que lo publicó, Island Records, con motivo de su 50 aniversario. Ari Up y Tessa Pollitt volvieron a activar la banda en 2006 y el pasado mes de julio Omnibus Press publicó también el primer libro sobre ellas, Typical Girls? The Story of The Slits, con lo que podría enmendarse la injusta falta de reconocimiento que muchas veces ha tenido el grupo a la hora de hacer balance en los resúmenes de la historia del rock, algo que siempre ha lamentado Ari Up. The Slits fueron definitivamente influyentes en muchos niveles, si bien no fue de manera explícita dando lugar a un puñado de grupos de imitadores. Probablemente porque imitarlas es imposible.


Para escuchar en Spotify:

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Sí señor. Riot grrrls! Me pasa un poco lo que cuentas en el primer párrafo, no sé si por las voces femeninas en sí o el simbolismo de éstas en ese momento -o sus gritos, mejor sus gritos-.
Indispensable Cut, sí, aunque me gusten más The Raincoats (L).
Imagino que conozcas a Marine Girls, no sé si a las Au Pairs (http://www.youtube.com/watch?v=xjbBr1_rSD8) y algo menos punk, pero no menos bueno: http://www.youtube.com/watch?v=W60nQZrcCVs

te sigo ;)
Anónimo ha dicho que…
Gran reivindicación de un gran grupo! A los que les atraiga la fructífera relación punk/reggae tal vez les interese echar una ojeada a un post que acabo de escribir sobre el tema :http://bailarsobrearquitectura.wordpress.com/2013/05/24/reggae-nuevaolero/
Saludos,
iago lópez