Momentum: Throwing Muses - "University" (1995) / "Limbo" (1996)



Si preguntas a Kristin Hersh por el disco The Real Ramona (1991) en la actualidad, el último que grabaron Throwing Muses con Tanya Donelly en la formación, no se cortará para afirmar que guarda el peor de los recuerdos, que le disgusta el resultado y todo lo que lo rodeó. Es curioso, porque a pesar de tratarse de su creación más ligera y pop, es uno de los mejor evaluados y de los más apreciados por sus seguidores de toda su carrera, que destacan que supo encontrar una manera preciosa de acotar las estructuras de sus composiciones sin dejar de lado su singularidad, un marco en el que los dos temas que aportaba Donelly por disco -siempre más accesibles- encajaban mejor que nunca. La realidad de todo esto es que en la trastienda la banda estaba quebrada, que Kristin tenía que pelearse con Warner Brothers (su compañía en Estados Unidos) para defender su filosofía artística; con el productor Dennis Harring, empeñado en suavizar y reblandecer el sonido; y con Donelly, que sí estaba dispuesta a hacer concesiones para ganar en visibilidad. Había perdido el control de su propio grupo y se dejó llevar con la idea de publicar el álbum y romper con todo después; así se entiende que por primera vez se publicase como single un tema de Tanya con un videoclip en el que Kristin debe aparecer 15 segundos en total. Asistió al rodaje como un fantasma desapegado de todo lo que allí ocurría, sabiendo bien que todo había acabado.

Pasados unos meses, no obstante, Throwing Muses empezaron una segunda etapa, algo con lo que ni siquiera contaba Hersh. Seguía grabando maquetas porque las canciones aún la despertaban de madrugada y se las enseñaba a Dave Narcizo (batería), amigo y miembro de la banda absolutamente fiel, pero fue él quien tuvo que convencerla de que podían funcionar de nuevo endureciendo la defensa de su visión artística por encima de las sugerencias y los sabotajes de su compañía de discos en América. Como manifiesto de esa independencia apareció Red Heaven en 1992, un álbum cocinado vuelta y vuelta por ellos dos con la ayuda de Leslie Langston (bajista original que abandonó a finales de 1989), una colección de canciones de indie rock directo que transmitía una fuerte sensación de espontaneidad, radicalmente alejado de los últimos días con Tanya Donelly. Queda para la posteridad como un crudo y sano trabajo de transición: Throwing Muses iba a consolidarse inmediatamente como trío con la estancia permanente del bajista Bernard Georges.

Los discos con los que la nueva formación despide la década de los 90 (literalmente: en 1997 se ven obligados a separarse de manera forzosa por entrar en bancarrota y no poder girar ni grabar), ambos grabados en el estudio Kingsway de Nueva Orleans con la ingeniera Trina Shoemaker, son la rauda imagen de una autora más ingeniosa que nunca para casar lo fácil de escuchar y lo intrincado, y de unos músicos que la rodean con cohesión. Aunque bien resueltos, sus intentos por simplificar su lenguaje musical en el pasado parecen blandos comparados con lo que logró articular aquí: sin lidiar con presiones, Hersh ganó en seguridad y aprendió a dotar a las canciones de giros pegadizos sin faltar a la complejidad y a la originalidad de sus primeros discos. No suena rebajado desde el área de la producción, como a ella le podía parecer en The Real Ramona, sino conciso, y no significa únicamente la sublimación de sus poderes: el nuevo tono (seductor y más sinvergüenza) le da una autoridad inaudita hasta entonces. Lo enrevesado y único de discos como su debut epónimo (1986) o House Tornado (1988) tenía su escenario natural en el post-punk, el country-punk o el folk-rockabilly, como se intentó describir entonces; la música reflejaba una urgencia que se correspondía con el desorden psicológico del "yo" que enfrentaba Kristin. En los años 90 utiliza más la segunda persona, en ocasiones serpenteando tentadora y en otras de forma tan afilada que te quedas clavado en la silla, extrañamente complacido. University (grabado entre julio y diciembre de 1993 pero publicado en enero de 1995) suena quebradizo como lo harían unas estrellas de granizo golpeando el suelo y disgregándose después. El sonido de la guitarra es metal plateado hecho polvo que se hunde como las chispas de una bengala en el mar. Una suerte de rock o pop-punk refinado y melódicamente inspirado donde hay destellos de sensibilidad inaudita (el arpegio limpio secundado por violonchelo y las voces celestiales en 'That's All You Wanted', lo mismo en una 'Flood' que tiene una resolución más sobrecogedora, pisando un estado febril), experimentos en círculos (todo el espacio vacío que hay en la breve 'Calm Down, Come Down' queda cubierto con un ardiente wah-wah en 'No Way in Hell'), sensualidad explícita (aliento sobre la nuca en 'Crabtown', sobre el ombligo en 'Snakeface'), pero ante todo inmediatez, aderezada con punteos acuáticos y la manera tan versátil de rellenar el espacio desde las baquetas que tiene Dave Narcizo, elementos que disparan muy lejos a canciones irresistibles para las articulaciones como 'Shimmer', 'Bright Yellow Gun', 'Start' ("Te escalo conforme me hago vieja / a los cincuenta iré montada sobre tus hombros / Empiezaré en sus rodillas y acabaré en sus sueños") o 'Hazing'. Son además, años dorados para el registro vocal de Kristin: con el grado justo de nitidez y rasgado, haciendo gala de potencia domesticada; quizás sea ésta, en ese sentido, su cumbre.

Prolífica como pocos, estando especialmente inspirada y teniendo en cuenta que el repertorio de University llevaba grabado desde finales de 1993, Hersh ya tenía una nueva tanda de canciones esperando, así que regresaron a Nueva Orleans en noviembre de 1995 y repitieron con Trina Shoemaker -con Ethan Allen como ayudante- para grabar el autoproducido Limbo (1996). Publicado el verano siguiente -cuando en los Estados Unidos ya se han librado de Warner y son al fin independientes-, el disco perfila la frescura descubierta en el anterior pero sustituye sus múltiples capas y su eclecticismo por un sonido homogéneo y limpio, donde la distorsión tiene un papel muy puntual y medido, añadiendo solo pinceladas de violonchelo o piano a la dinámica imbatible del trío. Doblando en consistencia, entusiasmo, destreza y ganchos a la mayoría de discos de indie rock editados en 1996, Limbo es una obra maestra no validada por las listas de "Lo Mejor de los 90". ¿Cómo explicar que es simultáneamente su disco más accesible y pegadizo, y a la vez uno de los más complejos? Todas las canciones son fáciles al oído pero en realidad están llenas de detalles decisivos que las hacen inusuales. A ninguna se le puede reprochar una costura indiscreta, desde los medios tiempos que elevan las emociones en el tramo final (preciosas 'Mr. Bones' y 'Serene', donde destaca especialmente el chelo de Martin McCarrick) a los temas que vuelven a jugar al despiste estructural como antaño: 'The Field', que se desarrolla como una road movie llena de contratiempos hasta alcanzar una sección melancólica; 'Freeloader', con un interludio de corte hispánico que sale de la nada; o 'Cowbirds', con un estribillo que es pura felicidad, pero cuyas estrofas informan de que ese sentimiento contiene tanto amor y lujuria como adversidades y retos.  Sea acentuando el pop ('Ruthie's Knocking'; la estampa de dicha familiar de 'Buzz') o la contundencia ('Tar Kissers': Jane en la jungla de Méjico; 'Shark'; o la propia 'Limbo', una anomalía oscura con la distorsión a un alto volumen), la artesanía de las guitarras y la solidez de la sección rítmica definen el álbum. Kristin sigue en la línea confesional del anterior y más desvergonzada si cabe, imponente como nunca: basta con escuchar 'Tar Kissers' ("Hoy me las he arreglado para estar lo suficientemente trastornada / como para relajarme en los brazos de alguien extraño") y sobre todo 'Tango', donde la disputa de poder y los celos en una relación se hace física en tus oídos ("Gracias por mecer las cadenas cuando no podía dormir / gracias por encadenarme a la cama, fue todo un detalle / (...) ¿Qué pasa en tu rincón? / Si yo no hago amigos, tú no haces enemigos").

La incógnita de lo que hubiera pasado de haber podido seguir trabajando con regularidad tras sus insostenibles dificultades económicas es muy dolorosa. Kristin Hersh se volcó en su carrera en solitario hasta que utilizó un adelanto de su discográfica para grabar un nuevo disco de la banda que se publicó en 2003, y en estos momentos tienen un nuevo disco listo para mezclarse que han patrocinado sus seguidores mediante donaciones voluntarias a través de CASH Music. Aparecerá, si todo va bien, en 2012.

Para escuchar en Spotify:

Comentarios

Diego ha dicho que…
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