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Mostrando entradas de enero, 2011

Minutos: Joanna Newsom – ‘Peach, Plum, Pear’ (2004)

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Creo que los arreglos que un compositor elige para una canción no son nunca gratuitos. Sí imagino que podrán surgir fruto de la casualidad, del azar, pero la decisión de mantenerlos debe ir más allá de algo simplemente estético. El sonido y su estambre aportan en una canción tantos símbolos y significados como las palabras. Para ‘Peach, Plum, Pear’ creo que Joanna Newsom buscaba algo distinto desde el principio. La canción hizo su primera aparición en el ep que autoeditó en 2002, Walnut Whales , en una versión de voz y teclado Wurlitzer que ya hacía de ella una pequeña anomalía entre la belleza calmada del resto. Quizás la naturaleza contrariada del tema le pedía algo molesto y agresivo que ni el piano ni el arpa podían aportar, ni siquiera la leve distorsión del Wurlitzer, así que al volver a grabarla para su debut para Drag City The Milk-Eyed Mender (2004) dio con lo que necesitaba: aceleró el tempo y utilizó el clavicordio; un sonido metálico repartido en pequeños golpes ach

Escenarios: Joanna Newsom - Palau de la Música (Barcelona), 20 de enero de 2011

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El nadador, el acróbata, el escalador El día siguiente al recital de Joanna Newsom , escuchándola en casa, me preguntaba qué pasaría por su cabeza encima del escenario cuando va a lanzarse a dar inicio a una de esas piezas que se desarrollan durante ocho, diez minutos. Llenará los pulmones de aire como el nadador, el acróbata o el escalador antes de acometer su hazaña. Sobre todo como el escalador. Lo mismo ante la satisfacción que debe sentir cuando se desvanece la vibración del último toque a las cuerdas del arpa y puede respirar aliviada porque ha vuelto a hacerlo. Cada tema es el recorrido desde que tiene la cima en el punto de mira hasta que clava la bandera en ella y puede volver a bajar, siempre cuidadosamente, para volver a pie de montaña con naturalidad; una vez tras otra. Acompañada por una banda de cinco músicos incluyendo a Ryan Francesconi y Neal Morgan (arreglistas de su último trabajo, en su banda desde 2006), Joanna se repartió entre el arpa y el piano y vertebró

Imperdible: Róisín Murphy – “Ruby Blue” (2005)

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Durante los años en los que formó parte de Moloko , Róisín Murphy fue siempre de esas intérpretes y compositoras que jugaba al despiste. No me refiero al estilo de las grandes figuras del pop de masas, que construyen nuevo personaje, estética y sonido con cada nuevo álbum (un poco de eso también hubo, claro), sino a la manera casi esquizofrénica que tenía de transformarse durante el transcurso de cada uno de sus trabajos. Los engañosos primeros singles que se extraían (pienso sobre todo en el dance pop de ‘Sing it Back’, que tantas alegrías les dio; o en la espléndida ‘The Time is Now’) no podían hacer sospechar al oyente casual sus marcianas incursiones en géneros como el funk, el free-jazz o el pop cubista de corte electrónico, el verdadero grueso de su catálogo. El dúo, que formaba junto a su ex-pareja Mark Brydon, publicó en 2003 Statues , un canto de cisne refinado, envuelto en profusos arreglos de cuerda y realizado cuando la relación sentimental entre ambos ya se había roto

Minutos: Broadcast - 'Tears in the Typing Pool' (2005)

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“Sucumbe a la línea la hora final el corredor de fondo se ha parado en el rincón pero yo no me rendiré aunque también me he parado” Esta mañana salía de casa y he hecho trampa con el aleatorio, porque he ido a elegir la canción con la que quería iniciar el día. Hacía mucho que no escuchaba ‘Tears in the Typing Pool’ . Ayer por la tarde, como muchos, supe que Trish Keenan había estado ingresada a causa de una neumonía y que su estado se había complicado en las últimas horas. Las palabras “grave”, “privacidad”, “familiares” y “respeto” del comunicado de prensa, blanco y negro desolador, sopa de letras indeseable, me dejaron una sensación extraña de intranquilidad y tensión.  Trish escribió esta canción tras ver a su padre luchar con una enfermedad terminal durante un largo tiempo, al saber que ya se iba. Me parece una frase preciosa, “Lágrimas en el personal de secretaría”. “Las letras suspiran, la tinta aún se está secando / te dije la verdad y ahora también suspiro yo / se

Minutos: Cat Power - 'Colors and the Kids' (1998)

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Recuerdo todas las veces que sentí ese impulso natural, siempre súbito, que hacía que me condujera hacia la guitarra o el teclado casi como quien es dirigido por hipnosis o sonambulismo, colocar los dedos encima del instrumento y dar con algo que por alguna razón tenía sentido. Preparaba entonces alguna cinta -habitualmente no virgen; llegué a borrar hasta viejas cintas originales de Héroes del Silencio de mi madre- en el radiocassette de doble pletina para grabar todo lo que pudiera suceder. Play, rec. Los acordes y arpegios repitiéndose en bucle durante siete, diez minutos; la melodía brotando silvestre y desconocida; fonética arbitraria mezclada con palabras reales que con los debidos pespuntes acabarían en la letra. La emoción de rebobinar y escuchar algo que no sabías muy bien de dónde había venido, y el extraño alivio al haberte sacado algo del tórax, fuera lo que fuera. Lo echo mucho de menos. Ahora, lo que me alegra y lo que me duele, todas mis metáforas y mi sensibilid

Imperdible: The Magnetic Fields – “Get Lost” (1995)

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Bajaba hace un par de días en bicicleta, por Gran Vía, hacia el centro. No hacía demasiado frío para lo que puede ser en esta temporada. No había cogido esa ruta concreta en todas las fiestas y tuve que esquivar las churrerías y las casetas de artesanos y comerciantes, que me pillaron por sorpresa ubicadas encima del carril bici, mezclándome prácticamente a pie con un tránsito tan triste como irritante. Mientras todo esto ocurría, estaba escuchando a Stephin Merritt canturreando alguna de las canciones de Get Lost (1995), y en algún momento desaparecí del atasco y pensé: “Para un conocedor de causa, decirle ‘Will you *Merritt* me?’ debe darle mucho más miedo que decirle el obvio *marry*”. Y esto, un chiste malísimo y travieso a costa del pobre Merritt, quizás sea tan absurdo como verdadero. Poco mérito tiene señalar con el dedo al espíritu de The Magnetic Fields por ser un eterno romántico (es algo evidente) y mucha menos gracia. Me hice con este álbum al releer una fantástica e