El despiece: Sharkboy


Qué peligroso es escribir sobre música y cuánto cuidado hay que tener. Por ejemplo, para no entusiasmarse y dejarse guiar en exceso por esa versión abstracta del juego de memorizar parejas de cartas que se da cuando empiezas a relacionar la música de un artista con la de otros que le precedieron. Encontré los dos olvidadísimos discos de Sharkboy en un generoso blog hace algo más de un año y, sin haberles escuchado nunca antes ni poner un malvado empeño en desmontarles, en mi mente iba destapando las cartas parejas firmadas por otros conforme sonaban las canciones, a saber: el nervio puntual y la guitarra a medio asar del Dry de PJ Harvey, la sinuosidad de Hope Sandoval al frente de unos Mazzy Star más arraigados a la tierra seca, la melancolía embriagada de Drugstore, la firmeza vocal de Cheralee Dillon (otra gran olvidada) cuando un tema surcaba entre slides y guitarras acústicas de folk-blues, los acercamientos a la canción tradicional americana de Cowboy Junkies o Mojave 3...

Entonces uno se sienta a escribir, como ahora, y ante tal enumeración tiene que detenerse y darse cuenta: no estás hablando de un grupo que ha debutado ayer y que mira atrás; estás mencionando a sus coetáneos, gente que empezó a hacer música al mismo tiempo que ellos. Quizá solo lo hagas con la intención de situarles para que se acerque quien pueda estar interesado, pero corres el peligro de desprestigiar su trabajo entre nombres que al fin y al cabo no fueron (no pudieron ser) los referentes de Avy (voz, guitarra, principal compositora), Alan Stirner (guitarra, percusión), Adrian Oxaal (bajo, guitarra, teclados, violoncelo), Dil Davies (batería) y Gavin Cheyne (guitarra). Es un misterio porqué Sharkboy no lograron tener más visibilidad en la escena de pop británico a mediados de los años 90, a pesar de su notable trabajo, mientras a otros con una fórmula similar o más limitada se les hizo más caso. En España, sin ir más lejos, fueron ignorados por publicaciones como Rockdelux (aunque sí apareció un artículo entusiasta sobre ellos en la desaparecida Spiral) y tampoco nos visitaron de gira como hicieron tantos grupos de baratillo con la explosión de la música alternativa alrededor de 1994.

Cuesta no pensar que les hubiera ido mejor de haber debutado unos años más tarde, cuando las bandas que se aproximaban a géneros como la americana o el country no eran una rareza y despertaban mayor interés en el panorama musical alternativo que cuando se juntaron los miembros de Sharkboy, rodeados de petulantes bandas de britpop. Estar establecidos en Brighton era una bendición y una maldición simultánea: por un lado, todo un mar de posibilidades en un país con una cultura pop fuerte y establecida como Gran Bretaña; por el otro, las dificultades para encajar en una escena musical dogmática que les engulliría. No partieron con mala suerte: con la reputación que se ganaron dando sus primeros conciertos a finales de 1992 llamaron la atención del sello discográfico Nude, el mismo que había fichado a Suede, y enseguida se fueron de gira como teloneros del grupo de Brett Anderson (que además fue alguien clave para que se produjera el trato entre el sello y los chicos de Brighton).


En noviembre de 1993 publican su primer single, Crystaline, una canción que se desarrolla sensual sobre timbales, adornada con una comedida sección de viento y una guitarra que solo restalla lo justo, mientras que la cara B suponía un desafío mayor: 'Gold Wrapper', un medio tiempo noctámbulo ("¿Oíste las noticias hoy? / Una madre y un crío han matado a un hombre") que se transforma en pesadilla hacia la mitad; y el cabaret austero de 'Marineville 69'. El EP Razor le seguiría en febrero de 1994, cuatro nuevas canciones que daban fe de su versatilidad en los arreglos: desde la dulce aridez de la pieza que lo titula (¿recrean esas pinceladas agudas de guitarra el piano de 'All Tomorrow's Parties', de The Velvet Underground?) a la aurora que ilumina las cuerdas de 'Bright Things Lie'; desde el sombrío staccato de piano de 'Dear Gilda' (resuelto a partir del 'From Her To Eternity' de Nick Cave) a la carnalidad y la erótica de 'Show Me Now'. Matinee, el primer disco, fue publicado un mes más tarde y asentó las propiedades estéticas de la banda mediante canciones que se recreaban en las atmósferas, sugiriendo la ligera congoja de la tensión sexual-amorosa no resuelta. La secuenciación del repertorio resulta llamativa: pasa de lo más sombrío ('My Star', 'Forest Fire') a lo más pop ('Don't Walk, Run' y las piezas estrella de los singles previos), se detiene en la cuneta de una carretera en curva para un escarceo ('Road') y arranca en un arrebato para el único momento convulso ('Yo Yo'), llevándonos al desenfreno antes de sosegarnos con 'Sugar' (slides oxidadas y sección de viento suave como la brisa) y 'Carrying Some', donde la voz otrora grave y magra de Avy suena angelical sobre un armonio.

Las reseñas de Matinee fueron unánimemente positivas, aunque pocas, y Nude tampoco supo cómo promocionar a la banda para hacerla destacar y conseguir que las ventas del álbum no se quedaran en insignificantes. Conscientes de la poca repercusión, todavía con el apoyo de su sello, dejaron que el disco tuviese una vida corta y a principios de 1995 publicaron una serie limitada a quinientas copias de cuatro singles en vinilo, recogidos bajo el nombre de The Valentine Singles. Entre canciones inéditas y temas que estarían en su siguiente álbum, grabaron versiones de piezas como 'Wishing On a Star' (Billie Rae Calvin) y 'Je T'aime' (Serge Gainsbourg) para las caras B.

A finales del mismo año se publicaba el que sería su disco de despedida, The Valentine Tapes, un trabajo que incomprensiblemente se quedaría tan a la sombra de la luz pública como su predecesor. Aunque repitieron con Phil Wright como productor, añadieron las colaboraciones de Dickon Hinchcliffe al violín y Nick Wilson al teclado y la percusión, enriqueciendo así su sonido en textura y sofisticación. En las nuevas composiciones Avy le hinca el diente a un sentimiento más nostálgico que voluptuoso, por ello se pasea por ellas con refinamiento y su voz es acariciada por un refrescante reverb (ejemplo de ello son la inicial y onírica 'Tiny Seismic Night' y 'Big Black Jaguar'). La instrumentación acústica le gana terreno a las guitarras eléctricas y asilvestradas de Matinee, algo consecuente ya que canciones como 'From Your Eye' y 'Take My Hand' tiran hacia un folk-pop que va de la mano del country y otras como 'Sugarmankind' y 'Same Mother of Pearl' lo prueban por la vía del rockabilly. Dos canciones intimistas son vértebras clave del segmento final ('3D Angelshell' parece una canción acústica y acaba despegando mediante marimba, cuerdas y ruido galvánico; en 'Teenage Heart' podemos disfrutar de la pureza de la voz de Avy sobre piano) pero el colofón al repertorio es un tema donde escuchamos martilleos sofocados, malicioso y de espíritu lo-fi llamado 'Maxine'. El poco reconocimiento y las dificultades para aumentar su número de seguidores les llevaron al desencanto y para 1997 ya se habían separado. Tras años de ausencia, de rumores de dudoso origen (se dijo que había muerto de una sobredosis en Francia) y de colaboraciones muy puntuales con gente como Robin Guthrie de Cocteau Twins, Avy tiene un nuevo proyecto estable llamado Rockhard Garçons del que deberíamos escuchar material muy pronto.


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