Imperdible: Pretenders - "Pretenders" (1980)

Benditos sean los algoritmos de las plataformas de música en streaming cuando sirven para que descubra (tarde) cosas como que Alone, el último disco de Pretenders publicado hace casi tres años, puede estar tranquilamente entre los cinco más completos de su discografía. Llevo varios días recurriendo a él intermitentemente, sucumbiendo al placer de escuchar esa voz intemporal en el centro de una música que, por fin, cruje de nuevo entre el rock clásico más orgánico y una sofisticación que, al contrario de otras ocasiones, no es sinónimo de conservadurismo. Uno pensaría que Chrissie Hynde (voz, guitarra) le echó morro al publicarlo bajo el nombre del grupo, cuando los músicos que tocan en el álbum fueron elegidos por Dan Auerbach de The Black Keys -productor responsable de imaginar la vestimenta para las composiciones que ella tenía al entrar en su estudio-, pero lo que el título de este último disco anuncia ("Sola") es lo que todo el mundo sabe ya desde hace varias generaciones: Chrissie, y solo ella, es Pretenders. Incluso Martin Chambers (batería), miembro de la formación original, ha llegado a aceptar que solo cuente con él para las giras, rara vez para grabar en el estudio. En una entrevista de 2009 aún estaba escocido y hablaba claro sobre su decepción: "Creo que es una consentida. No se da cuenta de que ha sido solo ella desde el '86. Y creo que todo lo que rodea a Pretenders ha sufrido a causa de ello. (...) No es como Neil Young. No es Chrissie Hynde and the Pretenders. Es Pretenders. Y aún así tienes una foto de ella en la portada de todos los discos entre finales de los 80 y los 90. También había grandes canciones, no me malinterpretes, algunas clásicas, pero no muchas. (...) Tiene suerte de contar con alguien como yo. Si no, habría tenido 20 baterías en los últimos 30 años en lugar de tres o cuatro. Ella no es sutil"

Martin Chambers tenía toda la razón al señalar la evidencia. Algunas encarnaciones caprichosas de Pretenders dejaron al descubierto la falta de personalidad e implicación de los músicos; buena prueba de ello fue la reválida que pasaron muchas canciones de esas etapas en el imprescindible The Isle of View (1995), grabado en formato acústico con una de las formaciones más estables de la banda (ahí había recuperado a Chambers), demostrando que no era tanto un problema de repertorio como de enfoque y espíritu. La propia Chrissie en 2005 admitió, de algún modo, lo errático de su trayectoria con una afirmación que no suena tanto a excusa como a honesta confesión: "Sé que los Pretenders han parecido un grupo de tributo los últimos 20 años, y es que estamos rindiendo tributo a James Honeyman-Scott (guitarra, piano) y Pete Farndon (bajo)". Ahí está la referencia a la traumática desintegración del grupo original, cuyos miembros parecían invulnerables en la portada de su primer álbum: el 16 de junio de 1982, el guitarrista moría por un paro cardíaco provocado por el consumo de cocaína; y Farndon, que había sido despedido de Pretenders dos días antes del suceso porque sus adicciones lo habían vuelto imposible de tratar, falleció por sobredosis de heroína el 14 de abril de 1983. El baile de músicos (muchos de sesión) alrededor de Chrissie empezó porque quería seguir desarrollando el estilo que creó junto a Honeyman-Scott y consideraba que el nombre del grupo lo definía, pero sabía muy bien que la química instantánea que se dio entre Martin, Pete, James y ella no volvería a repetirse.

Se le habrá escuchado música demasiado edulcorada en ocasiones, pero la faceta más aplastante de la personalidad de Chrissie Hynde -esa que hace, todavía hoy, que los periodistas le tengan un respeto que raya el pavor y que Martin Chambers la califique de obstinada y difícil- es el rasgo definitivo sobre el que se fundamenta el carisma que tiene como intérprete de rock'n'roll, en la definición del género más pareja a la subversión y la rebelión. La primera canción de Pretenders (1980) exuda autosuficiencia y chulería: 'Precious' le servía para exhibir la velocidad de su ingenio con el léxico y resumir su historia más reciente, el hastío con el que se marchó de Ohio en 1973 convencida de que en los Estados Unidos no había nada para ella. Había crecido sabiendo que quería ser cantante desde los cuatro años, escuchando el soul que sonaba en emisoras de radio AM, y se había pasado la adolescencia distrayéndose con el silbido de un tren durante las clases del instituto, estudiando con fascinación a grupos ingleses de rock, así que Inglaterra era su objetivo para salvarse. "El disco Hunky Dory (1971) [de David Bowie] hizo que me diese cuenta de que la música era algo que tenía que hacer sí o sí". Tenía 19 años y "estaba tan desesperada que sentía que si me quedaba donde estaba, iba a suicidarme". En 'Precious' escuchamos la declaración de principios: "Howard the Duck y Mr. Stress se quedaron / 'atrapados en un mundo que nunca crearon' / pero yo no, cariño, soy demasiado valiosa / tuve que irme a tomar por culo". Cogiendo dos símbolos muy distintos de Cleveland (la ciudad a la que solía subir desde su Akron natal para asistir a conciertos), nada más y nada menos que el pato extraterrestre de una emblemática tira de cómic y un legendario músico de blues, su insobornable ambición queda inmortalizada con un retintín sublime. Extática, suena como si celebrase que había logrado que las cosas funcionasen, con el dedo corazón en alto. No había sido sencillo; hasta 1978, fueron cinco años de bandazos. "Me estaba empezando a sacar de quicio. (...) Durante años la gente decía: '¿En qué andas ahora?', yo respondía 'Aún estoy intentando montar una banda', y ellos me decían 'Oh, aún estás intentando montar una banda...', y me sentía muy humillada".

Trabajar escribiendo para el semanario musical NME, atender a clientes en la tienda SEX de Vivienne Westwood y Malcolm McLaren y grabar segundas voces en discos de Johnny Thunders y Chris Spedding le proporcionó interesantes contactos, pero durante la eclosión del punk seguía siendo una espectadora anhelante. Chris Thomas, productor de las sesiones con Spedding en 1977, explicó que la hicieron regresar para que grabase las partes de las otras dos chicas que habían cantado con ella: "Me preguntó, '¿Puedes ayudarme?'. Quería ser cantante. Le dije, 'Tienes una gran voz, pero eso no va a bastar. Vas a tener que escribir y meterte en un grupo'". Finalmente, un batería llamado Gas le presentó al bajista Pete Farndon, que a su vez era amigo de James Honeyman-Scott, que a su vez era amigo de Martin Chambers. Todos eran de Hereford -aunque fue por afortunadas coincidencias que llegasen a los ensayos en cadena- y todos coincidían en su interés por estar en una banda que musicalmente trascendiese el carácter limitado del punk. "Jimmy Scott, mi guitarrista, no tenía tiempo para el punk", contaba Chrissie en 2014, "porque para él no era muy musical -era enfadado. No le interesaba mi lado 'punk'. Quería más musicalidad. Y yo probablemente era más musical que muchos de los punks, porque había escuchado mucho R&B y cosas así". Chambers confirmaba que la visión de Honeyman-Scott fue clave para desbloquear algo en Chrissie, "animándola por la vía melódica. A Jimmy le encantaba la melodía. Le encantaban The Beach Boys, la armonía". El guitarrista se dejó persuadir definitivamente al conseguir Chrissie que el primer single de Pretenders lo produjera Nick Lowe -miembro de la banda Rockpile, que él adoraba-, concediéndoles un solo día en el estudio mientras trabajaba en Armed Forces de Elvis Costello & the Attractions, el verano de 1978. "Chrissie y yo ya éramos amigos"dijo Lowe, "y me envió una cinta. La canción que llamó mi atención fue una de The Kinks, la única versión que quería hacer, 'Stop Your Sobbing'. (...) Dije 'Decididamente, haré esa'".

Su interpretación de la pieza, original de 1964 en el primer álbum de la banda de Ray Davies, ilustraba las filias inglesas pre-punk de la feliz exiliada de Ohio y suponía una pequeña anomalía en un contexto musical en el que, no obstante, los Sex Pistols ya se habían separado y artistas como el propio Elvis Costello o Lene Lovich empezaban a aportar un toque de color retro al panorama musical de Gran Bretaña. Como presentación de Pretenders era un ejercicio de pop refinado, armado con psicodélicas armonías vocales, guitarras acústicas y eléctricas, el cosquilleo de una pandereta sobre un ritmo insistente y ese inconfundible vibrato administrado con metrónomo en la voz de Chrissie, que la identificaría para siempre. El tono sentimental de 'Stop Your Sobbing' se vuelve más emocionante al final, cuando los versos se repiten con exasperación y la agresividad sube unos grados, pero en sus propias canciones aguardaba un extra de riesgo. Independientemente de que destacase por el mero hecho de ser una de las pocas mujeres que lideraba un grupo de rock con esa autoridad a finales de los años 70, la singularidad de Chrissie Hynde transgredía la cuestión de género y disfrutó de respeto como compositora e intérprete enseguida, especialmente cuando se publicó Pretenders en enero de 1980, una colección de temas que grabaron a lo largo de 1979 con el mismo Chris Thomas que le había aconsejado que se pusiera las pilas. "Cuando me pidió hacer el álbum, estaba harto de los estudios de grabación, habiéndome tirado un año con Wings, pero dije, 'Vale, hagámoslo 4 días a la semana, empezando a mediodía y acabando a las ocho'. (...) Lo hicimos en pequeñas ráfagas en unos ocho meses. Para ellos era frustrante pero significó que Chrissie venía con provisiones frescas en forma de canciones brillantes, como 'Lovers of Today'"

La secuenciación de las doce piezas fue pensada al detalle para las dos caras de un vinilo, sin duda. La primera tanda consigue dejar perplejo al oyente a base de urgencia y provocación. Es la mitad donde suenan las composiciones más complejas; donde 'The Phone Call' o 'Tattooed Love Boys' son prueba de cómo el instinto llevaba a Hynde a combinar compases que no sabía nombrar y que reducen su asociación con el punk rock a la velocidad del tempo, porque aquí hay brusquedad, pero sustanciosa hasta el punto de entreverse que es de una gran sofisticación. 'Precious' y 'The Wait' te contagian con ardor por su inmediatez y 'The Phone Call' es todo adrenalina (esa protagonista que realiza una misteriosa llamada de teléfono para avisar a alguien de que debe huir), pero lo que propone en 'Up the Neck' y 'Tattooed Love Boys' es intrincado además de inaudito en el plano lírico. En ambas describe con una gran desenvoltura plástica experiencias sexuales donde la curiosidad, la lujuria y la violencia se mezclan, y es simplemente extraordinaria su capacidad para borrar cualquier tipo de dramatismo de imágenes que contienen tal cantidad de agresiones. En 'Up the Neck', que musicalmente bascula entre la sensualidad con la que reflexiona en las estrofas y los mordiscos de tensión, son escenas de diferentes encuentros entre dos: "Cuando mi lengua se extendió dentro de su labio / fue como cuando estaba en el útero materno / pero me desperté con un dolor de cabeza que me partía el cráneo / sola en la habitación / Me puse en el suelo con la cabeza presionada contra mis rodillas / debajo de la cama con los dientes hundidos en mi propia carne". En 'Tattooed Love Boys' está siendo violentada por una panda de moteros, una vivencia real de la que se permite citar lo que uno de ellos dijo para amenazarla: "Deja de lloriquear o vas a hacer muy rico a un cirujano plástico". Lo fascinante es que no da lugar a que lamentemos nada, sino que durante la narración sientes cómo lo suma todo a su curva del aprendizaje personal y no contempla que haya sido una víctima. Indagar en la faceta más animal del ser humano implica arriesgarse a tener alguna sorpresa desagradable, y ese pragmatismo en su tono es lo que hace que estas canciones suenen hasta victoriosas. Lo que describe no es tan sórdido ni morboso -es más habitual de lo que se admite-, pero ninguna mujer lo había dicho así en una canción en 1980.

La segunda cara, que abría la misma versión de 'Stop Your Sobbing' con la que debutaron extrañando a todos sus colegas punks, es un muestrario más heterogéneo de las habilidades melódicas de Pretenders, más abierto a los matices y a la exhibición de cierta vulnerabilidad. Aquí está 'Brass In Pocket', que precedió a la publicación del álbum en noviembre de 1979 dándole al grupo su primer número uno en las listas, pero que la autora no quería publicar ni en broma. Mucha gente interpretó como una reivindicación incluso feminista ese "Soy especial" que corona la lista de virtudes aleatorias que anuncia en este clásico de new wave, pero en 2016 aclaró que nada más lejos; se trataba de ironía: "Nunca pensé que [la canción] fuera tan fantástica. ¿Era pop? ¿Motown? ¿Rock? (...) La idea era que fuese muy tradicional, porque la tradición en el rock es lo que me pone. Queremos que los cantantes de rock sean seguros y petulantes, y 'Brass In Pocket' era un teatro, mi intento de escribir una canción que sonase así". Más todavía llama la atención 'Kid', un ejemplo de pop clásico sin fisuras que, como en los mejores tiempos del género, tiene una letra de gran calado emocional en lugar de superficial, en la voz de una mujer prostituta que ha sido sorprendida por su hijo pequeño: "Chico, mi único chico / pareces tan pequeño, te has quedado tan callado / sé que sabes de qué voy / no lo negaré". James Honeyman-Scott saca a relucir su pasión por The Beatles, desplegando brillantes punteos y un arpegio con una guitarra de doce cuerdas que funde la canción bajo una catarata plateada. El último aliento de desapego de Pretenders se encontraba en el reggae de 'Private Life', una exhibición de frialdad que Grace Jones se apropió pocos meses después porque le sentaba como un guante: "Tu matrimonio es una tragedia pero a mí no me concierne / soy muy superficial, odio todo lo oficial / Déjame al margen del drama de tu vida privada / Los gestos sentimentales solo me aburren hasta morir". Pero en las antípodas estaba 'Lovers of Today', un medio tiempo donde Chrissie logra capturar la confusión y los miedos a los que se exponen los amantes que no se ven capaces de consolidar una relación. Con cada estrofa, cambia la clave y da la sensación de estar escuchando una nana elaborada para desvelarte cuando casi te ha sosegado con su ternura.

Chrissie aborrece la idea de haber sido un modelo a seguir para nadie, pero lo que encendió con este álbum, lo que enciende cuando lo descubren todavía nuevas generaciones, escapará siempre su control. Jim Kerr, cantante de Simple Minds que tuvo una hija con Chrissie Hynde, decía en 2014 que en los años 70 la conocía por lo que escribía en el NME y lo que se hablaba sobre sus juergas en Londres, pero que cuando escuchó 'Stop Your Sobbing' "no estaba preparado para esa voz. Luego cuando salió el primer álbum pensé: '¿Cómo pueden llegar así, completamente formados?'". Ante la voz se quedó igual de perplejo Don Letts, músico y figura reverenciada del punk británico: "¡No podías negarte a aceptar esa voz! No podía creer que salía de esa perra flacucha y bocazas". Tracey Thorn, que estando en Everything but the Girl interpretó una versión de 'Kid', ha dicho que lo que Hynde hace cuando canta le recuerda "al efecto tremolo de un amplificador de guitarra -algo añadido a la nota en lugar de contenido en ella". Butch Vig, productor y miembro de Garbage, declaró en 2012 que "todas las canciones del disco homónimo de Pretenders son buenas. La energía es soberbia". Madonna vio un concierto de Pretenders en el Central Park de Nueva York el verano de 1980 y Chrissie le pareció "la única mujer que había visto actuar que me hiciese pensar 'Sí, tiene agallas, ¡es fabulosa! (...) Me dio ánimos, inspiración, ver a una mujer con tanta seguridad en un mundo de hombres". Peaches dijo: "Yo canto hablando, que lo saqué de Chrissie Hynde. Me ecantaba como cantaba, no como lo hace Céline Dion, en plan 'voy a acertar todas las notas'". Viv Albertine (The Slits) escribió en sus memorias que "nadie quería estar en una banda con [Chrissie], es demasiado buena"; y Johnny Marr (The Smiths), en las suyas, que "cuando salió su disco de debut en 1980, James Honeyman-Scott se convirtió en uno de mis guitarristas favoritos. Tenían un estilo que era moderno y genuinamente rock, y con su voz y sus palabras Chrissie Hynde tenía el sonido y la actitud de una cantante espectacular al frente de una gran banda". La lista podría seguir...

"A los chicos no les importaba tener a una mujer al mando. Solo las mujeres me preguntan si eso me lo hizo más difícil", recordaba ella sobre los primeros tiempos. "La única cosa que lo hizo más difícil fue que me sentía un poco acomplejada al tocar la guitarra con ellos, porque eran mejores que yo. Pero yo era buena para inventarme canciones básicas y sabía lo que sonaba bien. Y tenía más visión que ellos".

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