Caso abierto: John Cale - "Artificial Intelligence" (1985)

Pocos guardan un buen recuerdo de John Cale si estuvieron cerca de él alrededor de 1985. Trabajar, vivir y razonar con el músico galés era un reto del que muchos salieron escaldados (algunos quizás reforzados). A esas alturas era una figura de culto no solo por haber fundado The Velvet Undeground junto a Lou Reed en la década de los 60, sino por haber demostrado ser un creador prolífico, con una docena de discos a su nombre, en los que siguió desarrollando lo que quedó en suspenso cuando Reed le expulsó de la banda seminal, ese cimbreo entre su formación clásica y la improvisación libre que infiltraba generosas cotas de vanguardia en el rock y la música tradicional. Aún así, su reputación inmediatamente antes de inaugurar la segunda mitad de los años 80 no era comentada por el peso de su arte, sino por la gravedad de sus peores hábitos y cómo estos estaban afectando a su creatividad. El periodista Rafa Cervera, en conversación con César Estabiel, recordaba la visita de Cale al programa de televisión La Edad de Oro en febrero de 1985: “Coincidió con la época cocainómana de John Cale. A Paloma [Chamorro] la recuerdo muy nerviosa y enfadada durante el programa, pero no era para menos. John Cale ladraba a la gente; para mí era un ídolo y a los diez minutos ya no quería volver a verle. Tenía muy mal humor y muy mala educación". Es la impresión de alguien que le había conocido ese mismo día y no volvería coincidir con él en muchos años, pero la comparten muchos de sus colaboradores más cercanos en ese momento. Ya se sabía de su carácter difícil, pero el consumo regular y excesivo de alcohol y cocaína le tenía fuera de sí y no se dio cuenta hasta que lo cambió por el squash gracias a Eden, su hija, que afortunadamente nació el 14 de julio del mismo año para inspirarle la metamorfosis. 

Poco después de actuar en La Edad de Oro, y aparcando temporalmente una gira-exhibición de los recitales más cuestionables de su trayectoria, Cale produjo el último álbum de Nico, Camera Obscura, estrenando el recién inaugurado estudio Strongroom de Londres. "Ahí donde te sentases, una botella vacía te alertaba de la presencia de John Cale. Puso el estudio patas arriba, apropiándose de él", explicaba el teclista James Young. "Una idea musical o frase era instantáneamente reemplazada por otra y otra hasta que acababan todas integradas bajo la niebla alcohólica de las tres de la madrugada". Acabado el tortuoso proceso de trabajo, voló hasta Nueva York para reencontrarse con Larry Sloman, un escritor y agitador cultural que había compuesto la letra de la canción que tituló su anterior álbum, Caribbean Sunset (1984), la más intrigante en una colección donde Cale delataba con una grosera vehemencia su inclinación hacia un rock rudimentario muy por debajo de su discografía de los años 70 (él mismo se ha negado a reeditarlo en todas estas décadas). Si en el pasado habían improvisado juntos, o Sloman había escrito versos para música que John Cale ya tenía compuesta, esta vez fue Cale quien construyó las canciones a partir de letras que ya estaban escritas de antemano. De vuelta en Londres con la intención de grabar su próximo disco, repitió con el equipo que materializó el de Nico: David Young como ingeniero (aquí también guitarrista); James Young al teclado; y Graham Dowdall a la percusión, quien dio fe de que en esos pocos meses sus malas maneras no habían cambiado: "No fue una gran experiencia, la verdad. Cada día empezaba muy productivo -hasta que la cocaína o el champán tocaban determinado techo, entonces se volvía horrible. Nos encerraba fuera del estudio. Borraba partes muy buenas y lo cubría todo con solos de guitarra".


John Cale comentaba en 1995 que Artificial Intelligence (1985) es "el último disco pop que hice, y se quedó a medio camino. No sé qué ocurrió. Probablemente tuvo que ver mi estado mental en ese momento", y cuando ha tenido la oportunidad ha dicho y repetido que le habría gustado que hubiese llegado a más público. Aunque él se refiere así a los álbumes que grabó integrados por canciones con un enfoque más tradicional, no es pop per se. Pero si bien usa la misma receta formal que el Camera Obscura de Nico, las imposibles heladas arábigas y cubistas que hacían de aquel algo cautivador implicaban más riesgo del que consideró para su propio disco. Los experimentos en estas nueve piezas son más accesibles, menos exigentes emocionalmente, aunque se adivina un poso melancólico acentuado por las letras de Sloman que resulta en un presagio de su determinación para acabar con la toxicidad en su estilo de vida. Me pregunto si lo titularía "Inteligencia artificial" porque en sus momentos de lucidez sentía que solo llegaba a imitar lo que hacían los humanos a su alrededor, como un autómata, incluso desde la idea de cantar exclusivamente letras que él no había escrito. Hasta el cuadro de Dennis P. Nechvatal en la portada parece plasmar esto mismo: un bullicio colorido extendiéndose en una mitad del rostro como un reflejo, mientras la desnudez en la otra mitad recoge la expresión de quien está registrándolo todo con un punto de ausencia y falta de implicación.

Escuchar 'Dying on the Vine' fortuitamente me hizo saber de la existencia de este álbum. Es la piedra angular de Artificial Intelligence, la clase de canción por la que vale la pena hablar de todo un disco. Aunque Larry Sloman explicó haberse inspirado en su romance con una artista que había salido de una relación abusiva, y en cómo le costó darse cuenta de que no estaba en su mano rescatarla de lo que aún no había superado, John Cale la hizo suya para echar una mirada nostálgica de reproche a su comportamiento en los últimos años. "He estando persiguiendo fantasmas y no me gusta / ojalá alguien me enseñase dónde poner límites (...) Estaba pensando en mi madre / estaba pensando en lo que es mío / vivía mi vida como si fuese un Hollywood / pero estaba fracasando desde el principio". La elegancia minimalista con la que va desarrollándose la pieza, entre la percusión de papel tensado y cartón, los destellos de sintetizador y la trama tejida por el bajo y una guitarra reducida a una línea repetitiva, captura una decadencia que se vuelve acusada en las horas nocturnas.

Nada en el disco iguala la sensación de arrebato que deja 'Dying on the Vine', pero el conjunto del álbum no nos devuelve el reflejo de un artista tan desenfocado como se presuponía, y las canciones de la primera mitad, especialmente, lo prueban; desde la suave pero envenenada 'The Sleeper' (donde sigue hurgando en la peor versión de sí mismo, esta vez en combinación con una mujer) a la más lúdica 'Everytime the Dogs Bark' (un funk ceñido para moverse lo justo, contagiado por algo de David Byrne); y en 'Vigilante Lover' el color de la sangre aguada con alcohol se enciende con inquina: el fraseo de piano que adorna con rabia ese riff de sintetizador -deudo de 'Fearfully In Danger', de Nico- dice tanto como la letra sobre el despecho. Su voz se rompe con agresividad: "Algo te debe estar rompiendo el corazón / que yo quise como un amante justiciero".  Lo irregular se encontraba en la que era la cara B del vinilo, hundiendo la atmósfera tan bien cultivada del principio con una canción de pop-rock insustancial ('Fadeaway Tomorrow' resume lo peor de los años 80), otra que salva por los pelos dotándola del cinismo new wave de unos Devo ('Satellite Walk') y una balada romántica y folky ('Black Rose') que no es desechable, pero que parece desubicada; todo esto precedido por un entremés instrumental titulado 'Chinese Takeaway (Hong Kong 1997)': alguien lo consideraría un ejercicio pretencioso, pero no es más que un patrón de percusión sobre el que toca fragmentos de composiciones de Bach, Marguerite Monnot, George Moustaki o Beethoven y, a falta de saber si había alguna intención detrás a nivel de significado, parece el mejor ejemplo de lo que debía ocurrir en el estudio cuando Cale se quedaba solo, considerando una genialidad lo que armaba con cuatro retales aleatorios. Lo interesante, con todo y con eso, es que Artificial Intelligence es un honesto retrato de 360 grados de un artista que estaba a punto de dejar atrás lo que le estaba jodiendo la vida. Armando este disco ordenó demonios y debilidades. Se anticipó a la epifanía que le redimió.  

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