Imperdible: PJ Harvey - "To Bring You My Love" (1995)

Hay álbumes sobre los que se ha escrito tanto que puede parecer inútil intentarlo una vez más. Si hubiera tenido que elegir solo uno de PJ Harvey entre los que considero obras impecables, hasta hace poco hubiera optado por Is This Desire? (1998). Hace diez años hubiera sido Rid of Me (1993), como documentan varias listas perdidas en las páginas de libretas que garabateé en mi adolescencia. Ahora he empezado a dudar con otro. Quizás por su consensuado estatus de "disco clave", estaba ignorando injustamente a To Bring You My Love (1995), negando el valor histórico que también tiene para mí. La primera vez que vi a Harvey fue antes de que publicase este disco, en un especial sobre la ceremonia de los Brit Awards de 1994 emitido por Canal+ dentro de El Gran Musical. Deconstruyendo 'Satisfaction' de The Rolling Stones a dúo con Björk, quien ya me fascinaba, no llamó nada mi atención. Pasado un año me la volví a encontrar frente a la pantalla de un televisor: la Polly Jean de seda roja se coló con 'Down By the Water' entre los cuatro videoclips que Los 40 Principales estrenaba los miércoles y de ahí a mi cabeza para no marcharse. PJ Harvey empezó como un trío cobijado bajo el nombre de su líder, aunque Harvey siempre ha asegurado que nunca quiso limitarse y que haberlo bautizado así significaba precisamente que era su proyecto y que todo podía variar según sus inquietudes como artista. Con esa formación de guitarra, bajo y batería grabó Dry (1992), un debut colmado de frescos híbridos de pop, punk, rock y blues; y Rid of Me, mucho más violento: en tan solo un año, Polly Jean había perdido la jovialidad, y la textura que el productor Steve Albini consiguió para su voz te intoxicaba como el neumático quemado. La de los Brit Awards fue su única aparición pública de 1994. El grueso de To Bring You My Love lo escribió en los meses de verano del mismo año, aislada en una casa de campo localizada al suroeste de Inglaterra. "Todo lo que tenía eran las vistas. Era muy fría, y muy vieja. Podía oler a toda la gente que había vivido allí. Siempre puedo notar cosas en los edificios, pero como este era tan antiguo era particularmente notorio. Estaba sola. Fue principalmente el peor momento de mi vida. No veía a nadie, en absoluto. Me metí en mí misma".

Las limitaciones del formato trío y las crecientes fricciones entre ella y el batería Rob Ellis hicieron que rompiese el grupo y se plantease algo completamente nuevo. Quería utilizar más instrumentos, elaborar nuevos ambientes. Contando con la ayuda en la producción de Flood y de John Parish (mentor y antiguo compañero suyo en el grupo Automatic Dlamini) la concepción de To Bring You My Love no dejó ni rastro de la PJ austera. Esta sería una obra mayor y más ambiciosa, no en balde envuelta en rojo escarlata y verde intenso, símbolos del poder seductor de unas composiciones inauditas para su autora así como de su propio poderío, convirtiéndose en una interprete de rasgos teatrales acentuados por un maquillaje pasado de vueltas, los postizos de pelo y los vestidos de celebridad descarrilada de los años 60; un concepto dramático desde el punto de vista plástico que hizo del disco algo más que un simple trabajo musical. Estudiando y filtrando a través de su óptica el blues desde su acepción más deforme a la más indómita, su subconsciente dejó rastros de referencias concretas a Captain Beefheart ('I Think I'm a Mother', 'Down By the Water') y los Stooges de Funhouse ('Working for the Man', 'To Bring You My Love'). Con algunos momentos claramente accesibles en forma de sonoridades acústicas, alejándose de la dinámica monocromática de guitarra-bajo-batería con la que se la identificaba hasta entonces, y reteniendo la imprecisión de sus grabaciones caseras en una producción que sabe a lujo y a detalle, resulta llamativo su triunfo al conseguir que cada tema tenga una atmósfera única y aun así dar forma a un disco tan coherente. 

Más allá de su sentido del humor o del dolor más o menos contenido, To Bring You My Love destaca ante todo por ser un periplo romántico y pasional con reminiscencias arcaicas en su lenguaje, algunas de ellas bíblicas. Arranca con el riff repetitivo de la pieza titular, sobre el que Harvey se nos presenta arañando los graves de su voz asegurando que ha cruzado el desierto, las aguas y el infierno para entregar su amor a su amante. La cadencia lenta del tema y el leve colchón de teclado la dibujan como un espejismo entre la declaración de amor y el reproche, haciéndose carne y explotando hacia el final a golpe de voz distorsionada, insistente, hasta que el tema se desvanece como si la entregada protagonista siguiera su viaje. Le siguen un par de episodios más hedonistas: en 'Meet Ze Monsta' no puede negar su entusiasmo ante un encuentro sexual ("Estoy lista para conocer al monstruo esta noche / Monzón grande y negro / Llévame contigo"), sobre una música que parece interpretada por una banda de primates trabajando en cadena picando piedra; y en 'Working for the Man', la producción sofocada es el vehículo para una confidencia hecha con adivinanzas y humor negro, la historia de alguien que vaga por las calles en su coche, buscando presas a quienes matar ("¿Aún no sabes quién soy? / Trabajo duro para el hombre / Me doy vueltas, me va bien / Saco fuerzas del Dios que está ahí arriba"). El concepto de la maternidad aparece varias veces y mediante distintos enfoques: 'C'mon Billy', un medio tiempo arreglado con guitarras acústicas y cuerdas, es la súplica de una mujer a quien su amante ha abandonado estando embarazada; 'I Think I'm a Mother' es quizás la canción más perturbadora, un blues hundido en placenta -así lo oiría la criatura desde el útero de la madre- donde describe con paranoia el agobio que le produce la idea del embarazo; y en 'Down By the Water', en medio de una atmósfera perversa (maracas, cuerdas serpenteantes) y electrizante como el leve zumbido de la luz eléctrica, la protagonista vive una historia confusa y viciada en la que su hija acaba ahogada. 

Dejando al margen la contundente y vengativa 'Long Snake Moan' ("¿Está funcionando mi vudú?"), el anhelo por un amante idealizado que ya no está es el tema que ocupa las canciones más intensas del disco. A la mitad del álbum, 'Teclo' se recrea en un aire de luto sobre un rasgueo de blues casi inmóvil que bien podría ser el fatal desenlace de la historia de 'To Bring You My Love'. Para el tramo final, la percusión medieval y las guitarras acústicas de 'Send His Love To Me' dan forma a otra canción épica ("¿Cuánto tiempo he de sufrir? / Dios, he cumplido con lo mío / este amor es mi tortura / este amor, mi único crimen"), prólogo a la conclusión estelar de To Bring You My Love con 'The Dancer', adornada con unos arpegios de guitarra tocada con pincel (literalmente) que parecen fluir como el agua de un oscuro río, donde Harvey habla de un caballero vestido de negro que fue a verla cabalgando como un fénix salido de las llamas y que nunca regresó. Su voz acaba en un quejido roto: "Tráele paz a mi negro y vacío corazón / Ahhh....". Tras ese llanto final, las imágenes de estas diez historias apasionadas y apasionantes han sido tan potentes que en la imaginación solo cabe hacer bajar un telón grueso de terciopelo; cómo no, de color rojo escarlata.


Para escuchar en Spotify:

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué reseñón. Convencidísimo me he quedado de escuchar el disco.
Ale, salut!
Estanis Solsona ha dicho que…
se me había pasado por alto este comentario, muchas gracias jmhulme!