Directo: Nirvana en el Paradiso (Amsterdam), 25 de noviembre de 1991



Cumplí los catorce años y a los dos meses me fui de vacaciones por última vez con mis tíos de Pamplona, mi primo y el matrimonio que siempre les acompañaba a todas partes. Existen como cuatro fotos contadas y en ellas salgo siempre con las manos metidas en una chaqueta negra pseudo-grunge, que en realidad te compraba tu madre en la tienda del pueblo donde vendían pijamas y retales, y a la que se referían como chaqueta de abuelo para entenderte y poder vendértela. Era en realidad la chaqueta de trabajo de los payeses; nuestra versión hillbilly de los fantásticos y suaves cardigans que llevaba Kurt Cobain en las fotos de 1992, y no había por dónde cogerla. Cuando todo el mundo les cosió parches de Soziedad Alcoholika y Offspring supe que me había dejado engañar. En dichas fotos se me ve incómodo y con los ojos pequeños, porque empezaba a ser miope sin querer reconocerlo y además ya temía mirar a la gente a la cara. Tenía un bigote incipiente del que se reían en el instituto. Quería irme a casa, así que me dediqué a sonreír de forma cortés sin decir gran cosa durante tres días hasta que se acabó.

Un par de años antes (esto es 1996), en el viaje anterior a ese y gracias al mismo primo, tuve acceso a una selección muy peculiar del catálogo del grupo de Kurt Cobain (voz, guitarra). Recuerdo que yo andaba entusiasmado porque durante esas vacaciones había encontrado un CD pirata del MTV Unplugged de The Cranberries pero mi primo no podía estar menos impresionado. Él no dejaba de escuchar una cinta de 90 minutos que me acabé copiando y llevando a casa. Le habían regalado Singles (1995), una caja recopilatoria de CD-singles de Nirvana que fue de las primeras ideas que tuvo el sello Geffen para que los fans desembolsaran dinero tras la muerte de Cobain. Hasta entonces, haber visto algún que otro video-clip del grupo me podía haber afectado más o menos, pero escuchando esa cinta de cassette empecé a zambullirme realmente en su universo: estaban las canciones que todo el mundo adoraba ('Lithium', 'In Bloom', 'Heart-Shaped Box'), un puñado de temas que no aparecían en los discos (como la tierna 'Marigold', cantada y compuesta por el batería Dave Grohl) y versiones en directo de tantos otros. Una recopilación ecléctica, de extremos, que engatusándome con los momentos más accesibles consiguió que aquellos que podían repelerme al principio acabaran deshaciéndose en mi sistema nervioso como terrones de azúcar. O de tierra. Y no había pocos momentos difíciles entre las caras B de esos singles. Definitivamente educaron mi oído para recibir el montón de música que empezaría a descubrir en breve.

La cuestión es que empezar de ese modo con Nirvana afectó permanentemente mi manera de acercarme a su música; así se explica que los primeros discos que me comprara de ellos (los únicos en mucho tiempo) fueran la recopilación de temas desperdigados Incesticide (1992) y el disco en directo From the Muddy Banks of the Wishkah (1996). Me llamaba mucho más la posibilidad de repetir la experiencia de escuchar algo imperfecto y disperso que la de comprarme uno de sus discos clásicos. 

A veces me olvido de cómo estudié la figura de Kurt Cobain durante un tiempo porque después hay un blanco en el que pasé por una etapa de negación, quizás porque conforme creces eres más consciente del triste cliché que se crea sobre el personaje (las camisetas con la fecha de su nacimiento y muerte que llevan los adolescentes y todas esas cosas que te acaban produciendo rechazo tampoco ayudan). Perdí interés y no necesité ponerme un disco de Nirvana en muchos años. The Breeders, Marine Girls, The Raincoats, The Vaselines, Beat Happening, Young Marble Giants, The Slits, Wipers... A lo largo del tiempo me iba topando con bandas que Cobain había citado como influencias y al final entendí por qué no me había gustado ningún otro grupo de grunge venido de Seattle; Nirvana tenían ese bagaje, una sensibilidad conectada a un universo de características abiertamente femeninas de la que carecían los demás. El gusto de Cobain resultaba en la combinación de las líneas varoniles del punk-rock más duro con la actitud intrincada del post-punk y las melodías memorables del pop puro y la new wave. Tras mi particular periplo, les reincorporé a mi discoteca. Pero sigo siendo igual con Nirvana; prefiero escuchar las versiones en directo de sus canciones a la inmaculada efervescencia de Nevermind (1991) o el agarrotamiento de Bleach (1989). Me acostumbré a la impureza y a la pasión espontánea de las caras B de sus singles y nunca me he recuperado. 

Krist Novoselic (bajo) y Dave Grohl contaban que para cuando tocaron en Amsterdam el 25 de noviembre de 1991 ya estaban muy quemados, porque habían tenido solo un día libre entre la gira americana y la europea, que había comenzado el día 4 del mismo mes en Bristol, y empezaba a rodearles un ambiente enrarecido conforme 'Smells Like Teen Spirit' escalaba los puestos de las listas a ambos lados del charco. El concierto debía haberse celebrado el día antes en la sala Melkweg pero fue trasladado a la sala Paradiso ante la demanda de entradas. El productor Jack Endino les vio en esta misma fecha y declaró: "Fue un concierto raro. Kurt estaba muy cabreado; había un montón de gente con cámaras en el escenario (la cadena VPRO lo filmó íntegramente), él estaba desafinado y estaba furioso con los cámaras (...). En el backstage parecía indispuesto, estaba muy pálido". Me sorprendió leer esto teniendo en cuenta que selecciones de este concierto han aparecido de manera oficial en el vídeo Live! Tonight! Sold Out! (1994) y en el disco en vivo de 1996. En todo caso, la tensión y la intranquilidad no hicieron sino sumarle carnalidad y ardor a la interpretación de un trío que cualquier noche ya sonaba sólido e imperturbable.

Solo hay un instante en el que se evidencia sin filtros la irritación y la frustración de Kurt Cobain, cuando empieza a tocar el riff sumergido en lejía de 'Come as You Are' con las cuerdas desafinadas (a esto debía referirse Jack Endino) y en lugar de detenerse y volver a empezar, interpreta una versión voceras de la canción -desatada e hilarante en retrospectiva- como un niño que tiene una pataleta y decide fastidiar a toda costa. Las imperfecciones durante el set, pequeñeces propias de cualquier directo (básicamente notas vocales y acordes que no se aciertan puntualmente), no le restan lustre a unas canciones que con este punto de crudeza y espontaneidad, y ante una audiencia hambrienta, me encajan mejor con la pasión asilvestrada que invocan.

Las canciones de Bleach suenan mucho más libres que en estudio, elevadas por la batería fluida de Grohl y por una voz que ahora suena a papel de plata estrujado, con más autoridad y menos grave que antaño ('School' y 'Negative Creep' implosionan desde la guitarra; 'About a Girl' y 'Blew' parecen más vívidas); y las de Nevermind ('Smells Like Teen Spirit' madruga, quinto tema del set) ganan en violencia sin la estudiada producción de Butch Vig. La conexión emocional es más franca. El repertorio elegido de los discos se complementa con un afortunado picoteo de canciones más recónditas que ratifica que Cobain también componía piezas juguetonas e inmediatas que tenían mucho de sarcasmo y poco de negativas como 'Been a Son' y 'Sliver'. 'Aneurysm', una cara B que en estudio nunca inmortalizaron con tal arrebato, destaca para mí por encima del resto y es además una de las composiciones más interesantes y subestimadas de su cancionero (pantanosa, eufórica, doliente; las dinámicas provocan una inevitable excitación). Hacia el final de la noche su versión del 'Love Buzz' de Shocking Blue nos permite oír de nuevo a un Kurt desenfrenado, que en uno de los interludios acabó atacando al cámara que le atosigaba a su izquierda.

"De repente, estamos en el Top 10 de ventas. Ojalá tuviera una máquina del tiempo para viajar dos meses atrás. Le diría a la gente que se perdiera", declaró Krist Novoselic en Amsterdam a un periodista de Rolling Stone. La grabación recoge la naturaleza de Nirvana en el momento previo a la rotunda eclosión de la música alternativa en el mainstream. Son las últimas fechas antes de que Nevermind le arrebate a Michael Jackson el número 1 de la lista de discos más vendidos en Estados Unidos a principios de 1992. Aquí se percibe la irreverencia y la ira de un grupo empezando a estar a disgusto con un estatus que iba a superar sus expectativas (esperaban quedarse en el nivel equilibrado entre ventas, popularidad y prestigio al que habían llegado Sonic Youth), aferrándose al circuito underground por última vez. Poco después del concierto de Amsterdam, la cronología de la historia de la banda recoge una anotación que probaba el fin de una era y el inicio de la otra: "27 de noviembre de 1991: Nevermind es certificado disco de oro y platino en Estados Unidos".


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Comentarios

Pereiro ha dicho que…
El "Nevermind" de Nirvana y el "Very" de PSB fueron los primeros discos (de los que aún me gustan ahora) que descubrí en el momento en que salieron.
Nirvana fue el primer paso para dejar de escuchar a Guns & Roses, el segundo y definitivo fue flipar (años después) con "Love Killer" de The Killer Barbies.
Estanis Solsona ha dicho que…

Jaja, yo era un gran fan de The Killer Barbies, en la época del bigote incipiente pude verles en un mini-festival cerca de mi pueblo y me acerqué a pedirles una firma a Silvia y a Billy King. Qué casualidad, hace un par de semanas escuché "Only For Freaks" después de mucho tiempo, me acordé de ellos por algún motivo.
Pereiro ha dicho que…
Yo acribillaba a los djs para que pusiesen "love killer". Los descubrí antes que a los Ramones :)
Pereiro ha dicho que…
Qué distinto es el acceso a la música desde entonces! En la época que estuve en Lleida mis discos de referencia fueron "Vía satélite alrededor de Carlos Berlanga" que compré en una tienda de discos que estaba cerca del río, y el recopilatatorio "Smash the System" de Saint Etienne que cogí en la biblioteca una y otra vez