Escenarios: Maika Makovski - Teatre Casino l'Aliança (Barcelona), 23 de marzo de 2017


Fotografías de Clara Orozco

Barcelona tuvo su prerrogativa en mayo del año pasado, cuando la ciudad fue la primera en acoger el directo de Maika Makovski en compañía del Quartet Brossa, pero apuntarse el tanto tenía doble trampa: fue dentro de la programación de un festival (White Summer) y todavía faltaba prácticamente un mes para que se publicase el disco Chinook Wind (2016). A causa de ese privilegio temprano -bendición y maldición-, en Barcelona hemos tardado en ver a esta combinación de artistas donde más puede disfrutarse de ellos; y es que en una gira pensada para teatros y auditorios el enclavado del escenario es esencial para el espectáculo. Makovski fue recibida ayer en el Teatre del Casino de l'Aliança con una afectuosidad desbordante, pero mentiría si dijese que fue algo excepcional, porque la respuesta de su público siempre tiene ese punto febril y vibrante cuando la he visto actuar aquí. Nada más acabar el segundo tema de la velada se le hizo una ovación larga, más propia del final de un concierto; tal es la gratitud por lo que transmite. Lo he dicho en otras ocasiones: sus interpretaciones calan y entonces la admiras, la esperas, y en cuanto tienes la posibilidad, repites; precisamente porque ella no suele repetirse.

De sus incursiones en el teatro con Calitxo Bieito y Carme Portaceli se ha llevado a estos recitales la esencialidad de una buena dirección artística, que va desde los bloques de canciones elegidas y las sensaciones que éstos construyen hasta el toque dramático de las luces (ligadas al núcleo narrativo de cada pieza) o al vestido-túnica de color azul helado impecable que viste Maika como atuendo oficial en la gira, aunque por problemas logísticos no sea el mismo que cuando la empezó (y que pretendía bordar con un símbolo en cada ciudad donde actuasen, según hubiese sido el concierto). Con los años ha ganado en sofisticación, aunque cabe preguntarse si un disco como el que promovió su eclosión (Maika Makovski, 2010), por muy crudo y sombrío que fuese, no era ya muy sofisticado. Unirse al Quartet Brossa para interpretar las canciones de Chinook Wind es la última muestra de su progresiva dulcificación, espolvoreando su cancionero en los últimos tiempos con más pop, soul y R&B que con blues y rock, algo definitivo para decidir disolver la banda que había definido su sonido a principios de la década y realizar un puñado de fechas en solitario hace unos años, donde estrenó y reinventó canciones sin saber todavía cómo mudaría de piel.


Al Quartet Brossa (dos violines, viola y violoncelo) hay que sumar la presencia de Pep Mula a la batería y Pau Valls a la trompa, seis músicos que arropan a Makovski sentados en semicírculo, transmitiendo una sensación de serenidad y curiosa camaradería. El inicio con 'Canada' es mayestático y la mejor muestra de su colaboración; una pieza sobre un sentimiento de amor abrumador que, elevado mediante las cuerdas, se enmarca en el paisaje vasto y nevado del país que la titula; una pequeña obra de arte que hace tangible la emoción de un momento muy concreto. 'Father', 'Chinook Wind' o el último segmento de 'Makedonija' (que antes se desarrolló aérea y solemne) tuvieron un toque de jolgorio propio del folclore que Maika mencionó en alguna ocasión (sus raíces son macedonias y andaluzas) mientras que a 'Blonde Poetry' o 'I Want To Cry' les imprimieron algo más de vehemencia de la que tienen sus versiones de estudio, y fueron buenos ejemplos del tinte clásico que tienen sus canciones más recientes.

Otro aspecto interesante del concierto de ayer era escuchar qué habían hecho con el cancionero antiguo, y hubo de todo: adaptaciones más bien fieles y no por ello menos escalofriantes (inmortal 'The Deadly Potion of Passion'; 'Body'), otras donde las cuerdas dotan de un carácter nuevo a la canción ('Devil Tricks', 'Language'), una reinvención especialmente sublime ('Frozen Landscape', esencialmente orquestal) y la demostración de que un combo como este puede llevar algo como 'Iron Bells' al borde del trastorno sin envidiar el primitivismo de la banda de rock que la parió, y eso que empezó un poco descafeinada al prescindir del aporreo del piano original. Mantener la tensión sensual de 'Lava Love' quizás sea el reto más difícil del repertorio y fue el único momento en que las cuerdas me parecieron intrusivas en el ambiente de la composición. La velada la cerró una canción tradicional macedonia preciosa, pero antes sonó un tema con el que acabó muchos conciertos antes de grabarlo para Chinook Wind: 'Song of Distance', que siempre tocaba sola a la guitarra y nos ponía los pelos de punta con unas desoladas notas agudas al final, ahora suena con el apoyo de una batería seca y tiene un toque de abandono propio del '(Sittin' On) The Dock of a Bay' de Ottis Redding. No son palabras menores, lo sé.


Setlist:
Canada / Blonde Poetry / I Want To Cry / Father / Frozen Landscape / Body / Language / Makedonija / Not In Love / Chinook Wind / Devil Tricks / The Deadly Potion of Passion / Iron Bells / Bulldog // Song of Distance / Lava Love / Tradicional

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