Tarde o temprano: Ainara LeGardon - "Pausar Pulsa" (2024)

Creo que en un par de reseñas sobre el trabajo de Ainara LeGardon en el pasado, al menos en un par, hice mención a cómo temía quedarme sin vocabulario para volver a escribir sobre un proyecto suyo. Hacerlo cada vez que sacaba nuevo álbum o que la veía en concierto se había convertido en algo orgánico, que no automático, pero al final siempre me volvían a invadir las palabras porque siempre había sensaciones y reflexiones nuevas que absorber. En los últimos 10 años, aproximadamente, la actividad creativa de Ainara no solo se ha manifestado a través de la música, sino que ha girado a su alrededor y se ha ramificado en otras expresiones artísticas -desde instalaciones sonoras a performances que transgreden los márgenes de un recital de rock- mientras se ha consolidado paralelamente como una docente de referencia en materia de propiedad intelectual y autogestión. Alguna vez me he dicho a mí mismo que ahora se me haría imposible armar una entrevista a la altura de todo lo que se trae entre manos como cuando me atreví a hacerlo en 2009, recién publicado su tercer álbum en solitario; como mi primera entrevistada -y aunque fuese por email- no es que no me impusiese el reto, pero en la actualidad me sentiría muy intimidado por la idea de no saber pasar de la superficie. Cuando sus andanzas empezaron a ir por derroteros que se desviaban de aquello en lo que me reconocía confiado y cómodo para trasladarlo al periodismo musical, sentí una pequeña punzada de pánico; el cliché del miedo a lo desconocido, una inseguridad o un complejo en mi interior que se precipitaba a decirme que quedaría fuera de mi alcance intelectual, olvidándome con ese bloqueo de que la respuesta humana a cualquier obra de arte nunca es exclusivamente racional (y que la intención de LeGardon, tampoco). Solo con acabar de escribir esto ya me doy cuenta de que lo ha vuelto a hacer; estoy respondiendo a lo que mirar la caja que incluye las piezas de Pausar Pulsa (2024) sobre mi mesa me ha hecho pensar.

La belleza de todo artefacto que monta Ainara LeGardon es incuestionable. El objeto, esta vez, es una caja blanca de edición limitada (cada copia rematada a mano) sellada con un brochazo y unas letras a lápiz; en su interior, una casete del color del vaho sobre el cristal, papel vegetal, papel de seda, un recorte de cinta magnética... Más allá de una alegría para la vista y para el tacto, un trabajo suyo es garantía de desafío a los convencionalismos y a las limitaciones de nuestro papel (y nuestra experiencia) como oyentes. Esto me hace pensar -uno de los verbos centrales en el contenido de esta obra- que, inspeccionándolo por primera vez, quizás no sea tan raro sentir que me quedo sin palabras para Pausar Pulsa; y digo que no debería ser extraño y que no debería ser malo porque una de las cosas que propone es la reestructuración de lo que entendemos como nuestro lenguaje. Pienso en descubrir el estímulo de sonidos que no identificas como palabras, o abrirse a sentir que una palabra troceada puede resonar en ti de una forma desconocida, o que otra que conoces perfectamente significaba algo muy distinto hace diez años que ahora o dentro de otros diez. Con su anterior trabajo híbrido, Ignora (2022; firmado junto a Ignacio Córdoba), Pausar Pulsa comparte la naturaleza de ser una experiencia abierta que tiene su razón de ser en la improvisación, la intención de que por mucho que estas obras sean documentadas para la posteridad entendamos que son fruto de un momento irrepetible; pero también es una continuación de los hallazgos de un título capital en su discografía, Res-Cue. The Archive in the Mouth (2020), donde se embarcó en un ejercicio de búsqueda interior -también literalmente arqueológica, estudiando su archivo de bocetos inacabados- que le sirvió para reflexionar sobre lo mutable de la propia identidad y los procesos de creación.

Ainara LeGardon fotografiada por Laura Soler en octubre de 2024.
Prometí que degustaría Pausar Pulsa dándole el ancho paisaje mental en blanco que se merece y me doy cuenta de que ha pasado un mes hasta que me propongo cumplirlo. Esa es otra realidad a la que te enfrenta una pieza musical delicada, no lineal y tan comprometida con los silencios como esta, parida en unos tiempos donde impera el ruido de la vacuidad, la compulsión, la impaciencia. Al respecto de esto, y escribiendo sobre Ainara, no podían decirlo mejor en el boletín Recortes Corsarios hace unos meses: "Frente a la voluntad de permanencia de lo digital reconvertible a datos fácilmente estabulables, una idea de la desaparición, de lo que surge y se evapora y sólo se puede disfrutar mediante la escucha atenta en un punto del tiempo y el espacio. Frente a la ubicuidad de la música como telón de fondo, la intensificación de la experiencia de lo concreto". Es tan potente reflexionar sobre esto en esta era. ¿Cómo no darte por aludido con la de veces que ya no te permites (no sabes) atender? Lo que LeGardon está explorando es una forma de activismo que reivindica la escucha activa para todo lo que nos rodea, también para con nosotros mismos. "La verdadera belleza quizás no resida en otra cosa que en tener, a solas, el tiempo para escucharnos juntas", dice uno de los pensamientos aislados en una de las páginas de Pausar Pulsa; páginas, por cierto, que no están encuadernadas y que al ser de papel vegetal mimetizan la misma dinámica que se da con las voces: los poemas pueden transparentarse mucho o poco según superpongas o alejes una hoja de la de debajo, puedes desordenarlos, puedes leer sus traducciones en inglés o euskera y ver si te inspiran algo distinto así. En la pieza musical a capela, que dura poco más de media hora, solo canta unas pocas de estas palabras; estirándolas, rompiéndolas con una voz frágil, repitiéndolas con más o menos aliento. Es el coro de una única voz capturada en distintas dimensiones temporales (entendiendo que los yo del pasado, del presente y del futuro se confunden, pero también se distancian) y alumbrada en diferentes espacios del estéreo. Su efecto es hipnotizante; su tono, elegíaco y solemne, como si madurar todas estas revelaciones sobre la identidad te dejase un regusto inevitablemente melancólico. Los momentos que en su día nos parecían arriesgados en el Medúlla de Björk (construido también solo con voces) parecen la música de un superventas al lado de una experiencia como esta.


Pausar Pulsa esta disponible en la web oficial de Ainara LeGardon.
Pueden escucharse algunos fragmentos en Bandcamp.

Comentarios